Dos amigos, Miles (divorciado, profesor frustrado y novelista fracasado) y Jack (actor mediocre y casanova), inician el viaje de "despedida de soltero" de Jack. Entusiasta de los vinos, Miles quiere enseñar a su amigo la región californiana donde se cultiva un vino excelente. Amigos desde la universidad, la única cosa que parecen tener en común es la mezcla de ambiciones fallidas y juventud marchita.
Lo que se inicia como una divertida road movie se convierte, gracias a unos diálogos deudores del pesimismo y la inseguridad típicos en Woody Allen, en un bello canto a la verdadera amistad, a las imperfecciones y a las segundas oportunidades. “Entre copas” asombra por su cercanía y empatía populares, acierta por la elección poco estelar de su reparto, saca humor y respuestas del perdedor que todos alguna vez hemos sido, y enaltece el espíritu, pues muestra que es posible la recuperación. Una historia bien contada, sin nada de efectismo. Sencilla y elegante. Sin retórica ni tragedias desmedidas. Tampoco abunda en ella lo admirable, ni la magia. No todos los diálogos sobre vino resultan naturales. Eso sí, la declaración de amor en clave enológica es, sin duda, la cumbre de la cinta.
Y como puntos fuertes: la música, que ofrece una partitura de tonos alegres y optimistas, y la fotografía, que da a las imágenes un tono nostálgico de cine de los 70. En cuanto a las actuaciones, Thomas Haden Church (Jack) realiza un gran papel y sin duda su personaje es el más carismático, incongruente en sus acciones pero con un gran corazón: sabe dar los mejores consejos a su amigo utilizando su particular sentido común (algo egoísta y cínico). Él es, supongo, la razón por la que algunos piensan que “Entre copas” es una comedia. Para mí no lo es. Tampoco un drama. Es una cámara que sigue, persigue y acuna a unos personajes normales y con menos problemas como quieren hacernos creer.
Ganadora de 2 Globos de Oro, esta película de Alexander Payne está basada en la novela "Sideways" (2004), de Rex Pickett. Procedente del panorama independiente norteamericano, Payne fue rápidamente etiquetado como joven promesa. En 1999 puso el dedo en la llaga del sistema gracias a la ácida comedia “Election”, en la que unas elecciones de instituto empujaban a Reese Witherspoon y Mathew Broderick a desplegar todas las artimañas inimaginables para conseguir la victoria. Tres años más tarde, en “A propósito de Schmidt”, Payne ofrecería a Jack Nicholson una de las mejores interpretaciones de su carrera, un personaje desencantado y deprimido, pero entrañable, producto del seguimiento de las reglas establecidas por el conservadurismo tradicional latente en la América profunda.
Y la próxima semana, uno de los Duelos más esperados...