Nina (Natalie Portman), una bailarina de técnica brillante que vive completamente absorbida por la danza, ve cumplido su sueño al ser escogida para protagonizar “El lago de los cisnes”. Pero la rivalidad con su compañera Lily (Mila Kunis) y las presiones del director (Vincent Cassel) se agudizan a medida que se acerca el día del estreno. Esta tensión provoca en Nina un agotamiento nervioso y una confusión mental que la incapacitan para distinguir entre realidad y ficción.
En los últimos años se están realizando adaptaciones de historias o mitos populares que son reconvertidas en versiones "oscuras" y “adultas” de las originales. Al final, muchas son inmaduras (Alice in Wonderland, Tim Burton) y otras incluso optan por convertir los clásicos en iconos para quinceañeras (Crepúsculo). Algo similar ocurre con “Cisne negro”, una adaptación de Jeckyll & Hyde: el descenso a los infiernos de un alma torturada entre dos formas de entender la vida, entre hacer lo correcto o dejarse llevar por la pasión.
El punto de partida es muy sugerente. Nina es perfecta, un cisne blanco de movimientos gráciles e impecables. Pero también es una mujer reprimida, que duerme custodiada entre muñecos de peluche y se ahoga en los sueños frustrados de una madre dominante. ¿Es Nina perfecta?
“Perfection is not just about control; it’s also about letting go”. Dejarse llevar, eso es lo que Nina no consigue en su obsesión perfeccionista y eso es lo que representa la nueva bailarina, Lily: el movimiento insubordinado, desafiante y seductor.
El cisne blanco representa la pureza, la belleza y la perfección: la primera mitad de la película. El cisne negro es la lujuria, la compulsión y la autodestrucción: la segunda mitad de la película. Y aquí es donde el largometraje empieza a perder fuerza, ya que la forma de representar esta dualidad es demasiado simple, demasiado maniquea, demasiado evidente, incluso en los colores (ropas blancas y rosas, maquillaje nude, para el cisne blanco, y ropas negras y ojos ahumados para el cisne negro) o en los símbolos (Nina se deshace de sus peluches y se va de fiesta, con alcohol y éxtasis incluidos. ¿Eso es liberarse?).
Aunque no he visto toda su filmografía, Darren Aronofsky me parece un autor que sin duda tiene una imaginación fuera de lo común, pero a la hora de plasmarlo se deja llevar por el exceso en los recursos visuales y sonoros, con el riesgo de desdibujar su idea inicial, tal como ocurre con “Cisne negro”.
Pero al César lo que es del César: Natalie Portman está absolutamente increíble. Y merece la pena ver la película aunque sólo sea por ella.