Frankie Dunn es un veterano entrenador de boxeo. Por su gimnasio han pasado algunos de los mejores boxeadores y a todos ellos la lección más importante que les enseña es la que utiliza para su propia vida: protegerse siempre. A consecuencia de su doloroso distanciamiento con su hija, Frankie se encierra en si mismo; su único amigo es Scrap, un ex-boxeador malogrado que se ocupa del gimnasio de Frankie. Un día aparece por allí Maggie Fitzgerald, una chica con pocos recursos, pero que al menos sabe lo que quiere y está dispuesta a conseguirlo: encontrar a alguien que crea en ella.
Million Dollar Baby NO es una película sobre el boxeo a pesar de gran parte del metraje tiene lugar en el gimnasio de Frankie o en el cuadrilátero de combate. Million Dollar Baby trata la determinación de una mujer por conseguir hacerse un hueco en un mundo tradicionalmente masculino; además, el boxeo es sólo un pretexto para explorar temas tan universales como el amor paterno-filial, la vejez, el dolor y la muerte.
La penúltima película de Clint Eastwood es una atípica historia sobre perdedores que se resisten a ser considerados como tales por la sociedad. A este respecto es curioso que, a pesar de que la familia de Maggie malvive en un campamento de caravanas y dependen de la ayuda económica estatal y del dinero que les pueda enviar Maggie, no son ellos los que aparecen como marginados, sino al contrario. Es la propia madre de Maggie la que menosprecia y margina a su hija, especialmente a partir del momento en que aquélla se convierte en boxeadora profesional. La madre acepta egoístamente su dinero pero no la forma en que lo consigue, pues no es la vida “más adecuada” para una mujer.
La siguiente escena muestra a Maggie, después de ese decepcionante reencuentro con su familia, llorando en el interior del coche mientras Frank limpia los cristales, que aquí simbolizan las lágrimas de la chica. Y es que entre Frankie y Maggie se establecerá una auténtica relación paterno-filial, en la cual cada uno asume el papel que el otro le reclama y, a su vez, cubre sus propias necesidades afectivas. Ambos son conscientes de ello y ambos descubren juntos el sentido de “familia” que habían perdido tiempo atrás.
Por razones obvias, no es de extrañar que desde hace unos años la edad ocupe un lugar fundamental dentro de los temas tratados por Clint Eastwood. En este sentido resultó brillante esa idea en la que el agente que interpretó Eastwood en Deuda de sangre, sufriera un infarto al corazón nada más empezar la película. En Million Dollar Baby, sin embargo, el paso de los años ya no es el motor de la historia, sino una metáfora en torno al sentido de una vida.
En el cine de Clint Eastwood hay dos constantes muy claras: su economía narrativa y su particular preocupación por los personajes como indispensables para la verosimilitud de la historia. Todas las interpretaciones rayan la perfección. En el caso de Hillary Swank, su Maggie denota un doble trabajo, físico y mental, impresionante: un personaje honesto, sencillo y con una enorme sonrisa a pesar de todo. Clint Eastwood se enfrenta a un personaje mucho más difícil: Frankie Dunn es la viva expresión del dolor de la memoria. Y si Hillary Swank es la sonrisa y Clint Eastwood es la mirada, la tristeza y el conformismo que desprende el personaje de Morgan Freeman son otra muestra más de su enorme valía y una demostración de lo acertado de su elección para encarnar a ese “tercer hombre” encargado de mediar, facilitar y aportar otra perspectiva sobre la historia.
En cuanto a la técnica, asistimos a los que probablemente sean los combates que mejor se hayan filmado en toda la historia del cine (y son muchas las películas dedicadas al mundo del boxeo), en un alarde de cómo situar y mover la cámara para captar la imagen en movimiento. También destaca la sutil y elegante forma de indicar el paso del tiempo, o la transición entre escenas. Además, toda la película está rodada con una fotografía expresionista: se logra con ello una ambientación casi opresiva, metáfora de los problemas y las dudas que les asaltan.
Un aspecto muy importante es que Million Dollar Baby es una de las pocas películas con un ritmo decreciente en su tramo final. A partir del accidente de Maggie el ritmo va a menos. La película es cada vez más y más lenta, más y más sencilla. Y sin embargo, es también cada vez más intensa. Hay que ser un director muy seguro de si mismo para apagar la música (obra propia, además) y bajar completamente al mínimo las luces precisamente en el momento clave.
Y aquí enlazo con el que si es el tema central de la película, la eutanasia. O lo que podríamos clasificar en una doble situación de marginalidad: la marginación social hacia cierto tipo de enfermos y el tabú social que supone la eutanasia y la marginación a que la opinión pública suele someter a quienes la defienden.
El tema es delicado y sin embargo Eastwood se las arregla para abordarlo sin prejuicios ni mensajes subliminales. Por un lado, refleja la determinación de una persona que pretende tener una muerte digna (etimológicamente la palabra eutanasia sólo significa “buena muerte”). Por el otro, también se detiene en el sufrimiento de aquellos que le acompañan en esta situación tan traumática y que se entran en conflicto con su conciencia y sus propias convicciones.
El final de la película generó un polémico debate en EEUU. Eastwood se mantuvo al margen de la controversia y declaró para el New York Times: “Lo que decide hacer ese personaje es ciertamente diferente de lo que podría haber hecho yo en esas circunstancias... Pero es el último trauma que una persona puede llegar a sufrir: perder el control de su propio cuerpo”. Clint Eastwood afirma que procuró ser lo más fiel posible al libro original, firmado por F.X. Toole, que libró su propia lucha personal contra una afección cardíaca que le tuvo postrado en los últimos meses de su vida, antes de morir en el año 2002.
No creo que Million Dollar baby sea un alegato a favor de la eutanasia, como si lo fue Mar adentro (Alejandro Amenábar, 2004). La película de Clint Eastwood nos habla de la vida, en toda su plenitud y crudeza, de lo precaria que puede ser la felicidad y de cómo el hombre se maneja en esas situaciones tan difíciles. Al menos en mi opinión, Frankie desconecta a Maggie porque es su deber como “padre moral” de esta. Ya no se trata de si está bien o no, sino de que Frankie no tenía otra opción, si quería concluir su relación con Maggie, al nivel al que había llegado.