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Drama

Cisne negro. Darren Aronofsky, 2010

Cisne negro. Darren Aronofsky, 2010

Nina (Natalie Portman), una bailarina de técnica brillante que vive completamente absorbida por la danza, ve cumplido su sueño al ser escogida para protagonizar “El lago de los cisnes”. Pero la rivalidad con su compañera Lily (Mila Kunis) y las presiones del director (Vincent Cassel) se agudizan a medida que se acerca el día del estreno. Esta tensión provoca en Nina un agotamiento nervioso y una confusión mental que la incapacitan para distinguir entre realidad y ficción.

 

En los últimos años se están realizando adaptaciones de historias o mitos populares que son reconvertidas en versiones "oscuras" y “adultas” de las originales. Al final, muchas son inmaduras (Alice in Wonderland, Tim Burton) y otras incluso optan por convertir los clásicos en iconos para quinceañeras (Crepúsculo). Algo similar ocurre con “Cisne negro”, una adaptación de Jeckyll & Hyde: el descenso a los infiernos de un alma torturada entre dos formas de entender la vida, entre hacer lo correcto o dejarse llevar por la pasión.

 

El punto de partida es muy sugerente. Nina es perfecta, un cisne blanco de movimientos gráciles e impecables. Pero también es una mujer reprimida, que duerme custodiada entre muñecos de peluche y se ahoga en los sueños frustrados de una madre dominante. ¿Es Nina perfecta?


“Perfection is not just about control; it’s also about letting go”. Dejarse llevar, eso es lo que Nina no consigue en su obsesión perfeccionista y eso es lo que representa la nueva bailarina, Lily: el movimiento insubordinado, desafiante y seductor.

 

El cisne blanco representa la pureza, la belleza y la perfección: la primera mitad de la película. El cisne negro es la lujuria, la compulsión y la autodestrucción: la segunda mitad de la película. Y aquí es donde el largometraje empieza a perder fuerza, ya que la forma de representar esta dualidad es demasiado simple, demasiado maniquea, demasiado evidente, incluso en los colores (ropas blancas y rosas, maquillaje nude, para el cisne blanco, y ropas negras y ojos ahumados para el cisne negro) o en los símbolos (Nina se deshace de sus peluches y se va de fiesta, con alcohol y éxtasis incluidos. ¿Eso es liberarse?).

 

Aunque no he visto toda su filmografía, Darren Aronofsky  me parece un autor que sin duda tiene una imaginación fuera de lo común, pero a la hora de plasmarlo se deja llevar por el exceso en los recursos visuales y sonoros, con el riesgo de desdibujar su idea inicial, tal como ocurre con “Cisne negro”.

 

Pero al César lo que es del César: Natalie Portman está absolutamente increíble. Y merece la pena ver la película aunque sólo sea por ella.

Bird. Clint Eastwood, 1988

Bird. Clint Eastwood, 1988

 

La fama del saxofonista de jazz Charlie ’Bird’ Parker crece rápidamente a partir de su llegada a Nueva York en 1940. Pero Parker comienza a abusar del alcohol y las drogas, y su vida se convierte en un infierno.
 
Este film incluye tres genios: personaje, intérprete y director.

Charlie Parker fue algo más que un músico brillante para su época. La característica que lo hizo único fue que no bajaba de escala cuando estaba tocando. El tipo subía y cuando los boquiabiertos espectadores pensaban que debía bajar seguía ahí instalado cual pájaro en su rama. De ahí viene el apodo de Bird. Su música conseguía que el público volase. Hay un plano en el que el camarero se niega a servir a un cliente en un momento de especial climax con Bird en la pista.
A la hora de analizar Bird, hay que tener en cuenta que siempre es muy difícil llevar al cine una historia tan dura, y por tanto lo más fácil podría haber sido recurrir a numerosos tópicos sobre la música, pero Eastwood ama el jazz, y más particularmente a Parker, su ídolo personal, y éso se nota. Él no embellece la historia, el conduce un relato duro y oscuro sobre un auténtico perdedor, alguien que, consciente de su mala situación, no hacía nada para remediarla. Clint realiza una puesta en escena acorde con la situación del personaje, con escenas que transcurren casi en su totalidad en momentos nocturnos, al igual que la vida de Parker, en la que abundaban más los oscuros que los claros. Apoyado en una fotografía sensacional y, obviamente, en una banda sonora de excepción, Eastwood nos deleita con un drama desgarrador que permite conocer cómo fue la caída de un hombre, no sólo musicalmente hablando, si no con su vida, su relación con las personas que le quería, y su relación con las drogas y el alcohol, hasta que perdió la batalla definitivamente. Tampoco hay que olvidar la forma soberbia en que el director retrató el ambiente propio del jazz y sus locales.
En cuanto al reparto, destacaría a Forest Whitaker, uno de los mejores actores de Hollywood y también uno de los más desaprovechados. Whitaker está excelente cuando toca el saxo, cuando está volado por el alcohol o las drogas y cuando dialoga con su mujer o compañeros de banda. También sus silencios son más que elocuentes y sus reacciones dignas del mejor loco.

Los chicos del coro. Christophe Barratier, 2004

Los chicos del coro. Christophe Barratier, 2004

En 1948 Clément Mathieu, profesor de música desempleado, acepta un puesto como vigilante en una escuela interna de reeducación de menores. El sistema represivo aplicado por el director, Rachin, conmociona a Mathieu. Enseñándoles música y canto coral a estos niños tan difíciles, Mathieu transformará sus vidas cotidianas.

 

Primer largo de Barratier, escrito junto a Philippe Lopes-Curval. Se inspira en la experiencia personal del realizador, que en su infancia vivió en un internado, tras el divorcio de sus padres, en los recuerdos de su aprendizaje de la música y en la película "La cage aux rossignols" (J. Dréville, 1945).

 

No es original pero es un nuevo acercamiento a la fórmula del profesor en una escuela conflictiva. Tampoco es que la propuesta sea demasiado complicada, pero se agradece que sea una película “colectiva”, en el sentido de que no hay ninguna estrella que acapare todas las escenas (Goldberg, Pfeiffer, Poitier...). El actor que encarna al profesor bonachón es Gérard Jugnot, un completo desconocido para la mayoría pero con una magnífica actuación.

 
Es evidente que la película es muy bonita, por la historia que cuenta (un modelo de educación abierto y humanizado frente a la tiranía y la incomprensión), por quienes la protagonizan (los niños, que suelen tener el beneplácito de los espectadores), y porque todo ello lo cuenta con un buen envoltorio formal (fotografía, montaje, diseño de producción). Pese a ello, la película podría haber sido más realista si hubiera renunciado a un cierto maniqueísmo en el personaje del director del internado, el mayor lastre de una película muy bonita y emotiva, ideal para disfrutarla en familia.

Stromboli, tierra de dios. Rosellini, 1950

Stromboli, tierra de dios. Rosellini, 1950

Para poder escapar de un campo de concentración, una mujer desesperada (Ingrid Bergman) acepta casarse con un pescador italiano de una pequeña isla llamada Stromboli. Pero lo que creía que sería la solución a su encerramiento, le lleva a otra forma de cautiverio, más sutil y difuso, pero quizá más angustioso.

 

Si atendemos a Jean-Luc Godard (contemporáneo de Rossellini) “una película es un documental sobre su propio rodaje”; así, Stromboli es un buen documental con elementos para triunfar en todo el mundo: una historia de amor (Rosellini-Bergman mantenían en ese momento una relación adúltera, que obviamente sirvió de reclamo morboso para publicitar este film), costumbrismo pedagógico (escenas de pesca tradicionales) y acción con fuego y explosiones (¡un volcán que entra en erupción de verdad!). En parte es una película que sigue la estela del neorrealismo, retratando una comunidad desfavorecida (pobre y aislada) en una producción casi exenta de interiores, con un reparto de actores no profesionales (a excepción de la protagonista) y una cámara dinámica libre de trípodes.


Pero la historia de partida (un matrimonio de conveniencia entre personajes opuestos) no fue desarrollada de forma convincente, ya que se centra sólo en el personaje femenino (buena actuación de la Bergman), cuando hubiera sido necesario dedicar más atención al desarrollo emocional del marido, que nos deja una imagen de hombre inmaduro y pusilánime, sin ambiciones ni ideas propias.

 

En cuanto al final (una escena impresionante en sí misma), no queda claro si es un final abierto o directamente está sin terminar…

El concierto. Radu Mihaileanu, 2009

El concierto. Radu Mihaileanu, 2009

Andreï Filipov, un legendario director de orquesta ruso, lleva 30 como empleado de la limpieza por enfrentarse a Brézhnev y negarse a despedir a los músicos judíos de su célebre orquesta, el Bolchoï. Pero ante la llegada de un fax, solicitando un concierto exclusivo en el parisino Teatro del Châtelet, a Andreï se le ocurre una idea peregrina: reunir a sus antiguos amigos y e ir a París para tocar, al fin, el concierto censurado…

 

Puede que su trama sea demasiado ingenua, puede que no se lleve ningún premio, puede que no tenga grandes críticas, ni grandes efectos especiales... pero merece la pena verla por el buen ritmo de la narración, por la mordacidad de algunas críticas, por la ternura con que retrata a los personajes y sobre todo, sobre todo, para poder oír los dos primeros movimientos del concierto para violín y orquesta de Tchaikovsky.

Tomates verdes fritos. Jon Avnet, 1991

Tomates verdes fritos. Jon Avnet, 1991

La América profunda, un oscuro asesinato, el racismo y la amistad entre dos mujeres, todo ello desvelado a través de flashbacks dentro del relato de una entrañable anciana llamada “Ninny” Threadgoode (Jessica Tandy).

 

La novela de Fannie Flagg en la que se basa el guión es más explícita respecto a los sentimientos entre las dos protagonistas: la “encantadora de abejas” Idgie y la resplandeciente Ruth. Sin embargo, es precisamente ese tratamiento sutil de una poderosa relación de amor lo que hace a “Tomates verdes fritos” una película diferente, de ahí la importancia de diálogos, gestos y miradas entre Mary Stuart Masterson y Mary-Louise Parker.

 

La historia contemporánea, en la residencia de ancianos, es el que contiene las partes más flojas de la película cuando se nos muestran algunos detalles de la vida conyugal de Evelyn Couch (interpretado por Kathy Bates), que es a quien Ninny cuenta esa historia que tanto terminará influyendo en su modo de ver la vida. El espectador no desea sino que cuanto antes Ninny continúe esa historia sucedida entre los olores a tomates verdes fritos del Café de Whistle Stop...

Million Dollar Baby. Clint Eastwood, 2004

Million Dollar Baby. Clint Eastwood, 2004

Frankie Dunn es un veterano entrenador de boxeo. Por su gimnasio han pasado algunos de los mejores boxeadores y a todos ellos la lección más importante que les enseña es la que utiliza para su propia vida: protegerse siempre. A consecuencia de su doloroso distanciamiento con su hija, Frankie se encierra en si mismo; su único amigo es Scrap, un ex-boxeador malogrado que se ocupa del gimnasio de Frankie. Un día aparece por allí Maggie Fitzgerald, una chica con pocos recursos, pero que al menos sabe lo que quiere y está dispuesta a conseguirlo: encontrar a alguien que crea en ella.

 

Million Dollar Baby NO es una película sobre el boxeo a pesar de gran parte del metraje tiene lugar en el gimnasio de Frankie o en el cuadrilátero de combate. Million Dollar Baby trata la determinación de una mujer por conseguir hacerse un hueco en un mundo tradicionalmente masculino; además, el boxeo es sólo un pretexto para explorar temas tan universales como el amor paterno-filial, la vejez, el dolor y la muerte.

 

La penúltima película de Clint Eastwood es una atípica historia sobre perdedores que se resisten a ser considerados como tales por la sociedad. A este respecto es curioso que, a pesar de que la familia de Maggie malvive en un campamento de caravanas y dependen de la ayuda económica estatal y del dinero que les pueda enviar Maggie, no son ellos los que aparecen como marginados, sino al contrario. Es la propia madre de Maggie la que menosprecia y margina a su hija, especialmente a partir del momento en que aquélla se convierte en boxeadora profesional. La madre acepta egoístamente su dinero pero no la forma en que lo consigue, pues no es la vida “más adecuada” para una mujer.

 

La siguiente escena muestra a Maggie, después de ese decepcionante reencuentro con su familia, llorando en el interior del coche mientras Frank limpia los cristales, que aquí simbolizan las lágrimas de la chica. Y es que entre Frankie y Maggie se establecerá una auténtica relación paterno-filial, en la cual cada uno asume el papel que el otro le reclama y, a su vez, cubre sus propias necesidades afectivas. Ambos son conscientes de ello y ambos descubren juntos el sentido de “familia” que habían perdido tiempo atrás.

 

Por razones obvias, no es de extrañar que desde hace unos años la edad ocupe un lugar fundamental dentro de los temas tratados por Clint Eastwood. En este sentido resultó brillante esa idea en la que el agente que interpretó Eastwood en Deuda de sangre, sufriera un infarto al corazón nada más empezar la película. En Million Dollar Baby, sin embargo, el paso de los años ya no es el motor de la historia, sino una metáfora en torno al sentido de una vida.

 

En el cine de Clint Eastwood hay dos constantes muy claras: su economía narrativa y su particular preocupación por los personajes como indispensables para la verosimilitud de la historia. Todas las interpretaciones rayan la perfección. En el caso de Hillary Swank, su Maggie denota un doble trabajo, físico y mental, impresionante: un personaje honesto, sencillo y con una enorme sonrisa a pesar de todo. Clint Eastwood se enfrenta a un personaje mucho más difícil: Frankie Dunn es la viva expresión del dolor de la memoria. Y si Hillary Swank es la sonrisa y Clint Eastwood es la mirada, la tristeza y el conformismo que desprende el personaje de Morgan Freeman son otra muestra más de su enorme valía y una demostración de lo acertado de su elección para encarnar a ese “tercer hombre” encargado de mediar, facilitar y aportar otra perspectiva sobre la historia.

 

En cuanto a la técnica, asistimos a los que probablemente sean los combates que mejor se hayan filmado en toda la historia del cine (y son muchas las películas dedicadas al mundo del boxeo), en un alarde de cómo situar y mover la cámara para captar la imagen en movimiento. También destaca la sutil y elegante forma de indicar el paso del tiempo, o la transición entre escenas. Además, toda la película está rodada con una fotografía expresionista: se logra con ello una ambientación casi opresiva, metáfora de los problemas y las dudas que les asaltan.

 

Un aspecto muy importante es que Million Dollar Baby es una de las pocas películas con un ritmo decreciente en su tramo final. A partir del accidente de Maggie el ritmo va a menos. La película es cada vez más y más lenta, más y más sencilla. Y sin embargo, es también cada vez más intensa. Hay que ser un director muy seguro de si mismo para apagar la música (obra propia, además) y bajar completamente al mínimo las luces precisamente en el momento clave.

 

Y aquí enlazo con el que si es el tema central de la película, la eutanasia. O lo que podríamos clasificar en una doble situación de marginalidad: la marginación social hacia cierto tipo de enfermos y el tabú social que supone la eutanasia y la marginación a que la opinión pública suele someter a quienes la defienden.

 

El tema es delicado y sin embargo Eastwood se las arregla para abordarlo sin prejuicios ni mensajes subliminales. Por un lado, refleja la determinación de una persona que pretende tener una muerte digna (etimológicamente la palabra eutanasia sólo significa “buena muerte”). Por el otro, también se detiene en el sufrimiento de aquellos que le acompañan en esta situación tan traumática y que se entran en conflicto con su conciencia y sus propias convicciones.

 

El final de la película generó un polémico debate en EEUU. Eastwood se mantuvo al margen de la controversia y declaró para el New York Times: “Lo que decide hacer ese personaje es ciertamente diferente de lo que podría haber hecho yo en esas circunstancias... Pero es el último trauma que una persona puede llegar a sufrir: perder el control de su propio cuerpo”. Clint Eastwood afirma que procuró ser lo más fiel posible al libro original, firmado por F.X. Toole, que libró su propia lucha personal contra una afección cardíaca que le tuvo postrado en los últimos meses de su vida, antes de morir en el año 2002.

 

No creo que Million Dollar baby sea un alegato a favor de la eutanasia, como si lo fue Mar adentro (Alejandro Amenábar, 2004). La película de Clint Eastwood nos habla de la vida, en toda su plenitud y crudeza, de lo precaria que puede ser la felicidad y de cómo el hombre se maneja en esas situaciones tan difíciles. Al menos en mi opinión, Frankie desconecta a Maggie porque es su deber como “padre moral” de esta. Ya no se trata de si está bien o no, sino de que Frankie no tenía otra opción, si quería concluir su relación con Maggie, al nivel al que había llegado.

Antoine y Colette, “El amor a los 20 años”. François Truffaut, 1962

Antoine y Colette, “El amor a los 20 años”. François Truffaut, 1962

Esta película supone el regreso a la gran pantalla de Antoine Doinel, uno de los personajes más carismáticos del cine europeo. Antoine, alter ego cinematográfico del propio Truffaut, fue el protagonista del largometraje “Los 400 golpes”, quizá la película más representativa de la Nouvelle Vague, y ya comentada en este blog.

 

En realidad, este regreso de Antoine es un cortometraje inserto en un proyecto más ambicioso: un conjunto de historias, rodadas por diferentes directores (Truffaut, Shintaro Ishihara, Rosellini y Marcel Orphus), sobre cómo se ve y se siente el amor durante la juventud. Por cierto, que este sistema de “obra múltiple” ha sido retomado en más ocasiones en la historia del cine; sin ir más lejos, la reciente “New York, I love you”. Pero ese ya sería otro tema…

 

En “Antoine y Colette” nos encontramos a un Antoine joven que trabaja en una fábrica de discos.  En un concierto conoce a Colette, una hermosa joven. Se enamora irremediablemente de ella y trata de conquistarla pero sin éxito.

 

Recordemos que “el ciclo Doinel” está compuesto por varias películas, que narraron desde sus años mozos (“Los 400 golpes” y esta “Antoine et Colette”) hasta su difícil madurez (“Besos robados”, “Domicilio conyugal”) cuando termina por convertirse en un divorciado casquivano (“El amor en fuga”). Sin embargo, viendo el conjunto de la obra, se observa que el Antoine más maduro fue precisamente el primero, el niño rebelde, y que el Antoine adulto, es inseguro, emocionalmente inestable y egoísta, un eterno adolescente que intenta, con grandes dificultades, establecer una buena y duradera relación con las mujeres y la sociedad en general, pero que es incapaz de conseguirlo y se resigna a ello.

 

Sólo la primera película de la serie Doinel es un drama; el resto están tratadas con un cierto toque de comedia ligera, más o menos elegante y discreto (nunca se provoca la carcajada abierta pero si la sonrisa pícara). Pero la trama se enriquece desde el momento en que Truffaut completa esa mirada casi infantil con un sabor amargo del que es incapaz de desprenderse; por más que se aleje de la autobiografía, de París o del blanco y negro (rasgos de estilo que casi desaparecieron en sus últimas etapas) Truffaut no conseguirá nunca ser optimista. Por eso, los dos adolescentes de esta película –como, en realidad, todos sus personajes- son seres perdidos, incapaces de huir y en la que sólo el mundo fantástico de la literatura o la música sirven de asidero al que aferrarse.

En el calor de la noche. Norman Jewison, 1967

En el calor de la noche. Norman Jewison, 1967

La película comienza con el asesinato de uno de los hombres más ricos de un pueblo del sur de EEUU. Pocas horas después, en la estación de ferrocarril, es detenido por equivocación un hombre de color que resulta ser un policía especialista en homicidios, recién llegado por motivos familiares y que se verá así involucrado en la resolución del caso.

 

En el guión de esta película (obra de John Ball y Stirling Silliphant) apreciamos dos líneas argumentales principales. Una, solventada con eficacia, es la trama policial; la otra, la relación que se establece entre Virgil Tips (un Sidney Portier magnífico), la comunidad y el jefe de policía (Rod Steiger) de esa localidad. Pero es precisamente esta última la que ofrece mayores dificultades en su desarrollo, ya que deja bastantes cabos sueltos: la relación Poiter-Steiger se muestra a grandes rasgos, sin matices que nos permitan comprender de forma coherente y progresiva el cambio de actitud de Steiger. Jewinson cambia el sistema de valores de sus personajes entre plano y plano, provocando un desconcierto absoluto. El personaje de Steiger pasa de racista a tolerante en un par de secuencias. Y es una lástima, pues la definición inicial de los personajes esta realmente lograda pero no así su evolución que es, en el fondo, el objetivo de esta cinta.

En definitiva una película correcta, entretenida, con cierta intencionalidad que se agradece, incluso a pesar de sus debilidades. Una historia de investigación, prejuicios, evolución y contraste.

Medianoche en el jardín del bien y del mal. Clint Eastwood, 1998

Medianoche en el jardín del bien y del mal. Clint Eastwood, 1998

El periodista Kelso (John Cusak) debe escribir un artículo sobre la prestigiosa fiesta de Navidad que cada año da Jim Williams (Kevin Spacey), un famoso y rico anticuario de Savannah. El trabajo de Kelso se complica cuando Jim es detenido y acusado del asesinato de su amante Billy, un individuo bastante violento. Kelso aprovechará para investigar sobre la vida de esta pareja y de esta peculiar ciudad sureña. Lo que en un principio iba a ser un mero artículo de sociedad se convertirá en un apasionante libro sobre el juicio.

Adaptación de la novela de John Berendt que, basándose en un hecho real, pasa revista al paisaje humano de Savannah, una de las localidades estadounidenses más peculiares. El guión de John Lee Hancock incorporó un personaje ficticio, el periodista, pero que resulta necesario para introducirnos en la trama y acompañarnos en nuestra asombrosa visita.

Y es que, a mi parecer, la verdadera protagonista de este film es la ciudad, una ciudad con personalidad propia, cuajada de supersticiones, magia negra y sabor popular, todo ello aderezado además por los increibles personajes que la pueblan. Como curiosidad, os diré que en el reparto también se encuentran Alison Eastwood (quien ya había colaborado fugazmente con su padre años atrás, en la película “En la cuerda floja”) y Lady Chablis, un afamado travesti local que se interpreta a si mismo.

Para mí el gran éxito de Eastwood en esta ocasión es que ha conseguido que cada espectador tenga su propia opinión de lo que realmente sucedió en aquella ciudad. A pesar de que nadie lo supo jamás...

Lo que el viento se llevó. Victor Fleming, 1939

Lo que el viento se llevó. Victor Fleming, 1939

Georgia, 1861. En la mansión sureña de Tara vive Scarlett O’Hara, la más bella, caprichosa y egoísta joven de la región. Ella suspira por el amor de Ashley, pero él está prometido con la dulce Melanie. En la última fiesta del verano, poco antes de que estalle la Guerra de Secesión, Scarlett conoce a Rhett Butler, un arrogante, egoísta y apuesto vividor, cuya intención, desde ese momento, es hacerse rico y conquistar el corazón de la hermosa Scarlett...

 

No tiene el apoyo unánime de los críticos ni del público. Y en cambio es una de las películas más míticas de la historia del cine. Nominada a 13 Oscar y ganadora de 8, a los que se añaden 2 honoríficos (por las innovaciones técnicas y por el novedoso uso del color),  “Lo que el viento se llevó” es una película intensa y desproporcionada, deslumbrante y emotiva, triste y cruel.

 

El film suma drama, romance, aventura y guerra. Durante las 4 horas del metraje, se explica con fluidez y coherencia la evolución personal de Escarlata, motor de la historia, y se ofrece un retrato de la sociedad americana del XIX, si bien el prototipo femenino de Escarlata no corresponde al de la mujer de mediados del XIX, y menos aún al de la sociedad sudista de entonces, sino al nuevo tipo de mujer que emerge en el país en los años 30 a raíz de la Gran Depresión y halla en el cine acomodo y apoyo.

 

Se caracteriza por su orientación comercial, la impersonalidad de su estilo (participaron William C. Menzies, George Cukor, Sam Wood y Victor Fleming, que es el único acreditado, por lo que en realidad no lleva la huella personal de ningún realizador), la afición a la suntuosidad (impronta de Selznick), su sentido acrítico (los esclavos son felices) y su visión ingenua del Ku-Klux-Klan. De la guerra da una visión descarnada y trágica.

 

La novela original había sido un auténtico best-seller, así que la elección del papel de Scarlett para la adaptación al cine generó gran expectación y fueron muchas las actrices importantes que se ofrecieron. Sin embargo, Selznick estaba convencido de que "Scarlett" necesitaba a una actriz que aún no fuera conocida, y así es como después de un interminable y multitudinario casting (2 años y 1.400 candidatas) contrató los servicios de Vivien Leigh para el que sería el papel de su carrera.

 

En cambio, para el personaje de Rhett Butler no hubo ninguna duda: era el papel perfecto para Clark Gable. El aventurero curtido por la vida, fuerte y firme al final a pesar de su amor a la neurótica Scarlett… Por cierto, que ambos actores se detestaban, hasta el punto de que Gable ingería grandes cantidades de cebolla antes de las escenas donde tenía que besar a Leigh!

 

La música, de Max Steiner ofrece una soberbia partitura, de tonos melancólicos, románticos y dramáticos, de singular perfección. Destaca el “Tema de Tara”, que el tiempo ha convertido en un símbolo sonoro del cine. Añade fragmentos de composiciones militares (“Batle Hymn of the Republic”), tradicionales (“Yankee Doodle”, “Dixie’s Land”) y clásicas (“Coro de la boda de Loengrin”, Wagner).

Un toque de canela. Tassos Boulmetis, 2003

Un toque de canela. Tassos Boulmetis, 2003

La película explica una historia básicamente autobiográfica. Narra la peripecia vital del protagonista, Fanis, profesor griego de astrofísica, que tras años de ausencia regresa a su Estambul natal para visitar a su abuelo enfermo, evocar su amistad de infancia con una niña y revivir el placer de estar en la ciudad más bella del mundo. En ese periodo, el protagonista (George Corraface, conocido en España por protagonizar “La Pasión Turca”)  rememora, en forma de flash back, las enseñanzas que recibió de su abuelo sobre geografía, astronomía y, sobre todo, su peculiar filosofía de vida a través de la cocina (para no perderse la metáfora de la canela y las albóndigas). Entre sus recuerdos afloran referencias dramáticas, que son tratadas sin rencor y sin pasión, como la deportación de griegos de Turquía en 1955, la consiguiente experiencia de exilio de su familia ("tratada como griega en Turquía y como turca en Grecia"), el golpe militar de 1967 en Grecia, la invasión turca de Chipre en 1975 y el reiterado odio entre griegos y turcos, que él no siente y no comprende.

 

La fotografía se esfuerza por ofrecer imágenes de notable belleza visual, como evidencia el largo travelling inicial sobre los tejados de Estambul. La música aúna melodías griegas y turcas que le confieren una vibración especial.

 

En resumen, un film alrededor de la comida que combina con gusto los sentimientos y las "especias" adecuadas para satisfacer el mayor número de corazones y paladares, consiguiendo un gran éxito de público, el favor de la crítica y la nominación por parte de Grecia para representar al país heleno en los Oscar.

Y atención, porque el próximo miércoles estrenamos nueva sección...¿Cuál creeis que será?

Mogambo. John Ford, 1953

Mogambo. John Ford, 1953

Victor Marswell (Clark Gable) es un cazador profesional que, durante el transcurso de un safari en África, se ve dividido entre el amor de dos mujeres muy diferentes: una joven y elegante mujer casada (Grace Kelly) y una apasionada morena de turbio pasado (Ava Gardner).

 

Todo un clásico del cine de aventuras que, en realidad, es el remake de "Red Dust", largometraje dirigido en 1932 por Victor Fleming y que ya entonces contó con Clark Gable como protagonista. La principal diferencia es que aquella primera versión estaba ambientada en Indochina. El cambio de escenario se debe a una cuestión comercial: a principios de los 50 las películas ambientadas en África estaban en pleno auge (“Las minas del rey Salomón”, etc.). Mogambo se rodó en parajes naturales, resultando una impresionante labor de fotografía.

 

Destacan las actuaciones femeninas (incluso la de Grace Kelly, que aquí demuestra ser algo más que una muñeca de porcelana), ambas perfectas en sus distintos roles. Paradójicamente, Ford había escogido en primer lugar a la pelirroja irlandesa Maureen O’Hara, pero en el último momento Ava se hizo con el papel y lo bordó, la propia actriz reconoció más tarde que fue la película de su vida. Clark Gable, correcto como siempre, aquí se limita a disfrutar de su papel de casanova.

 

Como curiosidad, un apunte cómico-histórico: en España se estrenó en pleno franquismo, con lo que ello significaba: la censura española alteró el doblaje para ocultar el adulterio que Clark Gable intentaba cometer con Grace Kelly. Pero a los avispados censores no se le ocurrió mejor solución que convertir a los personajes de Grace Kelly y Donald Sinden (marido y mujer en la pantalla) en… ¡hermanos!, con lo cual el adulterio se convertía en un morboso incesto!

La ola. Dennis Gansel, 2008

La ola. Dennis Gansel, 2008

California, 1967. El profesor Ron Jones no supo que responder ante la pregunta de uno de sus alumnos: ¿Cómo es posible que el pueblo alemán alegue ignorancia a la masacre del pueblo judío? Jones decidió hacer un experimento con sus alumnos: instituyó un régimen de extrema disciplina en su clase, restringiéndoles sus libertades y haciéndoles formar en unidad. El nombre de este movimiento fue The Third Wave. Ante el asombro del profesor, los alumnos se entusiamaron hasta tal punto que a los pocos días empezaron a espiarse unos a otros y a acosar a los que no querían unirse a su grupo. Al quinto día Ron Jones se vio obligado a acabar con el experimento antes de que llegara más lejos. El director Dennis Gansel ha trasladado esta experiencia real a un instituto alemán de nuestros días. El resultado es “la ola”.

        
El mayos lastre de la taquillera película de Gansel es que es tremendamente tramposa en su desarrollo. La gran velocidad con la que los alumnos (demasiado estereotipados, por cierto) se vuelven fanáticos de ‘La ola’ supone un serio problema de verosimilitud. El director intenta, sin conseguirlo, hacer creer al público en tan sólo dos o tres escenas que la enorme transformación de los personajes es posible gracias a los problemas personales de cada uno y de la necesidad de los jóvenes de sentirse protegidos dentro de un grupo. Gansel tampoco termina de hacer creíble que el profesor Wenger se sienta cómodo ejerciendo de líder por cuestiones de autoestima. Si el guión no hubiera fallado en esos dos aspectos (que son básicos), el resultado sería más sólido y convincente.


Además, el guión resulta demasiado previsible conforme avanza la trama, hasta culminar en un final muy trillado. Por si esto fuera poco, ni las actuaciones ni los aspectos técnicos resultan reseñables.

 

Aún así, incómoda de ver a ratos pero muy reveladora otros, "La Ola" supone un interesante acercamiento a un tipo de cinematografía en boga hoy día, que pretende hacer pensar al gran público. Lo que este filme intenta transmitir es la facilidad con que puede germinar el totalitarismo en una sociedad que, por sus circunstancias, es carne de cañón para el resurgir de dicho fenómeno. Para los alemanes de los años 30 los problemas eran la crisis económica y política, el desempleo, la inflación y sus consecuencias.

 

La pregunta es: ¿Podría repetirse una situación tan extrema en nuestra actual Europa?...

Gran Torino. Clint Eastwood, 2009

Gran Torino. Clint Eastwood, 2009

Walt Kowalski (Clint Eastwood) es un veterano de la guerra de Corea, trabajador jubilado del sector del automóvil. Su máxima pasión es cuidar de su más preciado tesoro: un coche Ford Gran Torino de 1972. Inflexible y con una voluntad de hierro, Walt vive en un mundo en perpetua evolución, pero las circunstancias harán que se vea obligado, por sus vecinos inmigrantes, a enfrentarse a sus antiguos prejuicios.

 

La última película de Eastwood en un principio puede resultar extraña, porque hay escenas que provocan la carcajada. Y para quien vaya a verla pensando en su protagonista como un tipo duro, puede desubicarle. Aunque a quienes somos seguidores acérrimos no nos sorprende tanto pues Clint ya explotó su veta cómica en cintas como “La leyenda de la ciudad sin nombre” (un musical), “Duro de pelar” (donde su “compañero” era un orangután) o “Cadillac rosa”.

 

Volviendo a Gran Torino, y aunque admito que no está a la altura de algunas de sus joyas (estoy pensando en la soberbia “Million Dollar Baby, por ejemplo), es una buena película y sobre todo es absolutamente coherente con su trayectoria y las temáticas que elige como director: la vejez, el miedo a la soledad, el desarraigo familiar, las segundas oportunidades, la redención, el aprendizaje a lo largo de la vida, la relación maestro-alumno (o padre-hijo) y el perdón y la muerte (hay que ser muy valiente para tener la edad de Clint y hablar con esa tranquilidad).

 

Quizá algunos aspectos están basados en estereotipos (estoy pensando por ejemplo, en como presenta a la raza negra o los latinos) pero hay que entender que el guión se centraba en ese enfrentamiento con los fantasmas del pasado de un veterano de la guerra de Corea y por tanto a quien dedica tiempo y trabajo para mostrar esa evaluación es precisamente a los asiáticos. Un mejor tratamiento de las otras, si bien hubiera sido muy interesante, habría sido desviar la trama central de forma inútil. Por cierto, magnífica la joven protagonista. Habrá que seguirle la pista porque dará mucho que hablar en los próximos años.

 

Por otro lado, y aparte de un par de momentos “Harry el sucio” totales que hacen la delicia de cualquier “eastwoodista” ;-), el último tercio del largometraje muestra la mano magistral de Clint en todos los aspectos: la iluminación, la atención a los detalles, el mostrar los sentimientos sin necesidad de decir nada, tan sólo con un gesto, un gruñido o una mirada… y ese final, absolutamente sobrecogedor, el sacrificio total y generoso por alguien a quien apenas acaba de conocer pero a quienes ya quiere sin reservas. Amor. Con mayúsculas. Nada de tonterías de parejas. No. Amor. Dar TODO por quien realmente te importa. Lo que cuenta, al final, es lo que haces con tu tiempo para dedicárselo a los tuyos. Y los tuyos no tienen por qué ser de tu misma sangre (¿qué es en realidad familia? Que nos une? La familia viene impuesta, los amigos y compañeros de la vida los eliges tú.). Toda una lección de cómo dar sentido a tu vida.

 

Gracias, Clint.

Trapecio. Carol Reed, 1956

Trapecio. Carol Reed, 1956

¡Bienvenidos al maravilloso mundo del circo!

 

Mike Ribble (Burt Lancaster) ha sido uno de los pocos trapecistas que ha conseguido hacer el triple salto mortal… aunque a un alto precio. Ahora trabaja como tramoyista en el circo. Allí lo busca el joven Tino Orsini (Tony Curtis), que quiere que le enseñe a ejecutar el triple salto. Entre el dúo se interpone Lola (Gina Lollobrigida), cuyo obsesión es triunfar en el circo.

 

Pese a que en los primeros instantes, la película se muestra interesante, y desde luego la relación maestro-alumno es realmente el núcleo de la historia, es en el desarrollo del triángulo amoroso entre los protagonistas donde naufraga claramente la cinta, que no logra mostrar con claridad la evolución de los personajes. Pese a ello, Burt Lancaster logra dar gran verosimilitud y carácter a su personaje, probablemente por su identificación personal (Burt comenzó como gimnasta, pero fue precisamente una lesión grave lo que le apartó de este mundillo y le haría interesarse por la interpretación). Tony Curtis aprovecha su agilidad para lucirse, aunque hay que admitir que sabe hacer un buen papel. En cuanto a Gina, es simplemente una comparsa.  

 

En resumen, una película circense que no llega a la altura de la mítica cinta "El mayor espectáculo del mundo", pero apta para una tarde de domingo.

El intercambio. Clint Eastwood, 2008

El intercambio. Clint Eastwood, 2008

Contestando a la duda planteada por Simbacar, si, efectivamente aproveché las vacaciones para ver algunas de las películas actualmente en cartelera. Y ya que pides recomendaciones, creo que empezaré comentando la última de Eastwood, porque... ¿Qué mejor forma de empezar el año con una película del gran Clint?   Pese a que "El intercambio" no posee la fuerza innata de otras obras de Eastwood (“Mystic River", “Million Dollar Baby”…), y que incluso tiene algún cabo suelto, ésta es una gran película.

 

 

 

Los Angeles, 1928. Tras semanas de angustiosa espera, Christine Collins (Angelina Jolie) cree haber recuperado a su hijo secuestrado. Pero el niño que ha rescatado la policía no es el suyo. A pesar de unas fuerzas del orden corruptas y de una opinión pública escéptica, calificada de loca e incapacitada, por fin encuentra un aliado en un reverendo presbiteriano (John Malkovich), que la ayudará en su búsqueda...

 

 

Técnicamente irreprochable, con un trabajo de ambientación excelente (Eastwood siempre cuida hasta el más mínimo detalle), una fotografía deliciosa, y perfecto equilibrio en el tono y la progresión dramática, que hace que la película sea emotiva, pero sin caer en el sentimentalismo fácil. ¿Y que decir de ese poderoso retrato a base de flash-backs de lo acontecido en el gallinero? La mirada de Eastwood no puede ser más sutil y demoledora. Ahí aparece el gran cine.

 

En cuanto a las actuaciones, John Malkovich, correcto como siempre; Amy Ryan con un breve pero interesante papel; y una portentosa representación de la locura -casi autista- de mano de Jason Butler Harner. De Angelina Jolie, en cambio, y aunque es cierto que lo hace bien, me esperaba bastante más de ella. Tenía un papel para lucirse y la escrupulosa atención que le dedica Eastwood, el sueño de cualquier actriz. Y simplemente está aceptable. No creo que se merezca el Oscar.

 

Por cierto, magnífico guiño cinéfilo con esa noche de Oscars y la victoria de "Sucedió una noche" ante la "sobrevalorada" "Cleopatra"…

 

 

Los violentos años veinte. Raoul Walsh, 1939

Los violentos años veinte. Raoul Walsh, 1939

Auténtico clásico que relata los diferente destinos de tres veteranos de la I Guerra Mundial a su regreso a EEUU, y su incursión en el mundo del hampa, donde algunos medrarán con rapidez gracias al contrabando de alcohol provocado por la Ley Seca.

 

Basada en una obra del escritor y crítico de teatro Mark Hellinger, esta película supuso la primera colaboración entre Raoul Walsh y James Cagney (un actor habitual del cine negro, bien arropado aquí por las actuaciones de Humphrey Bogart y de Jeffrey Lynn).

 

La fotografía, a cargo del eminente Ernest Haller ("Lo que el viento se llevó", “Jezabel”), y el magnífico saber hacer de Walsh dan como resultado una combinación de movimientos de cámara muy precisos, primeros planos sobre fondos de gran profundidad, planos sobre fondos claros de excelente contraste, negros intensos junto a blancos brillantes (el collar de Panamá, el vestido de Jane, etc.), y travellings magistrales como el de aproximación a la escena final y el posterior de alejamiento de la misma. Tampoco debemos perdernos pequeños detalles con enfoques singulares (la cafetera, la pistola de Eddie…)

 

Una soberbia y vibrante descripción de los entresijos del delito a cargo de uno de los grandes directores de todos los tiempos.

El cine negro americano (1930-1960)

El cine negro americano (1930-1960)

A lo largo de estos años, en este blog hemos comentado varias películas destacadas del cine negro. Pero, ¿en qué consiste dicho género?

Probablemente el rasgo definitivo que caracteriza el cine negro sea una visión dual de lo real, es decir, de que por debajo del orden social aparente existe otra realidad, más importante y además conflictiva. Es decir, el carácter "negro" de este género reside no tanto en los temas que tratan o los recursos formales que utilizan, sino en la propia concepción del mundo. De ahí el poso amargo, escéptico o pesimista que ofrecen las películas.

Por ello, habituales son la violencia y la amenaza de la muerte. Ante la muerte no hay protección segura ni en la ley ni en un posible héroe, sobre todo teniendo en cuenta que la muerte aquí puede llegar de manos de alguien cercano a quien se ama o en el propio sujeto, víctima de un destino trágico. En este sentido, podríamos comentar que, en lugar del final feliz tan frecuente hoy día, el cine negro presenta similitudes con la tradición trágica de la literatura, desde los griegos a Shakespeare.

Algunos críticos también relacionan este género con el psicoanálisis de Freud, corriente ahora desfasada pero en boga en la sociedad norteamericana en los años 40. El freudismo, al separar entre mente consciente y subconsciente, ofrecería una explicación a la motivación criminal: son los mecanismos psíquicos los que acaban por doblegar la voluntad de los individuos. Esta explicación fue importante porque así se creía justificar los crímenes desde un punto de vista médico, es decir, no moral. Y así, los espectadores podrían empatizar con los personajes: las personas ya no son buenas o malas, sino que en un mismo individuo coexisten ambas realidades.

Luz de gas. George Cukor, 1944

Luz de gas. George Cukor, 1944

Paula (Ingrid Bergman), una joven inglesa estudiante de música, se enamora de un profesor de piano (Charles Boyer) durante una estancia en Italia. Tras la boda, él insiste en irse a vivir a Londres, a la mansión que la tía de Paula le dejó en herencia. Pero a Paula esa casa le trae malos recuerdos y pronto comenzará a sentir ataques de pánico y depresión.

¿Habéis oído alguna vez la expresión "hacer luz de gas"? Se trata de una forma de maltrato psicológico que consiste en intentar conseguir que alguien dude de sus sentidos, de su razonamiento y hasta de la realidad de sus actos; implica convencer a una persona de que está desequilibrada emocional y racionalmente para poder influir sobre sus actos. Se trata, por tanto, de una película que no ha perdido vigencia.

La expresión fue popularizada por una exitosa obra del dramaturgo inglés Patrick Hamilton, teniendo una primera adaptación cinematográfica en 1940, a cargo del director Theorold Dickinson. Pocos años después, Cukor hizo esta nueva versión (que en España se tituló "Luz que agoniza" precisamente para diferenciarla de la primera) con Ingrid Bergman, Charles Boyer y Joseph Cotten como protagonistas.

Al ser una película rodada íntegramente en interiores, los decorados adquieren una importancia única. También la música, que pone el énfasis adecuado en cada momento, convirtiéndose, casi en la narradora de los diferentes estados de ánimo por los que pasa la protagonista. Y, sobre todo, la luz de las lámparas de gas que iluminaban la casa y que es el tema sobre el que gira toda la trama.

También fue todo un acierto el reparto de la película, destacando, sin duda, la interpretación de Ingrid Bergman como la dulce y atormentada Paula, desde la inocente y enamorada jovencita del principio, su obstinación a creerse enferma, el deterioro forzado de su ánimo y de su voluntad, hasta el descubrimiento del engaño y su determinación en los momentos finales de la película. De hecho, por esta actuación recibiría el Oscar a la mejor actriz en 1944. Charles Boyer hace una actuación muy correcta, a pesar de lo complicado y ambiguo de su personaje. El tercero en discordia es Joseph Cotten (aunque no explicaré su papel para no desvelar nada más de la trama…).