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Western

Misión de audaces. John Ford, 1959

Misión de audaces. John Ford, 1959

En plena Guerra de Secesión norteamericana, el coronel John Marlowe (John Wayne) y el mayor Hank Kendall (William Holden) son elegidos por el general Grant (Stan Jones) para que se adentren 300 millas en territorio confederado para destruir la línea de ferrocarril entre las estaciones de Newton y de Vicksburg.

Infravalorada durante muchos años, “Misión de audaces” es uno de los mejores westerns que John Ford le dedicó a la caballería estadounidense, un sutil alegato antibelicista basado en una novela de Harold Sinclair.

En este western Ford vuelve a demostrar su gran habilidad para la acción, la descripción de sentimientos y personajes, la capacidad narrativa para otorgar la gradación y tempo necesario a cada situación desplegada y en el talento para ensanchar el aspecto social de la comunidad militar, en especial la confrontación psicológica entre Marlowe y Kendall.

A destacar también la gran fotografía de William Clothier y las magníficas actuaciones de Wayne y Holden.

Tres vidas errantes. Fred Zinnermann, 1960

Tres vidas errantes. Fred Zinnermann, 1960

Australia, 1920. Una familia de origen irlandés, formada por Paddy Carmody (Robert Mitchum), su esposa Ida (Deborah Kerr) y el hijo adolescente de ambos, Sean (Michael Anderson Jr.), sobrevive aceptando los trabajos ocasionales que se les ofrecen hoy aquí y mañana allá. La falta de medios y de trabajo estable no les permite establecerse en un lugar en el que echar raíces, como les gustaría.

La cinta adapta la novela "Sundowners” del australiano Jon Cleary. La obra propone una reflexión sobre las relaciones familiares en situaciones extremas de fatiga y adversidad. Es interesante ver cómo se distribuyen las tareas entre hombre y mujer, cuáles son los roles que asumen, y en qué medida es artificiosa la división convencional entre lo masculino y lo femenino. La obra se erige en elegía de la libertad, la familia y la grandeza del trabajo. El toque de humor lo pone el personaje de Rupert Venneker (magnífico, como siempre, Peter Ustinov), aventurero de larga trayectoria, ocurrente, avispado y socarrón.

 

La fotografía, de Jack Hildyard, se recrea en espacios amplios y abiertos, como corresponde al continente australiano, aportando trascendencia al relato. La música, de Dimitri Tiomkin, solemne y exhuberante, da a la película unos ribetes épicos de los que en realidad carece.

 

Entretenida, sin más.

El hombre de las pistolas de oro. Edward Dmytryk, 1959

El hombre de las pistolas de oro. Edward Dmytryk, 1959

En el pequeño pueblo ganadero de Warlock viven bajo la amenaza constante de una banda de forajidos. Para intentar resolver el problema, los ciudadanos eligen como sheriff a Clay Blaisdell (Henry Fonda), un célebre pistolero profesional que siempre viaja con un matón llamado Tom Morgan (Anthony Quinn). De forma paralela, un antiguo miembro de la banda, Johnny Gannon (Richard Widmark), ha sido nombrado sheriff adjunto, lo que le enfrentará a Clay.

 

Con una trama en principio bastante predecible, basada en el relato de Oakley Hall, es una historia de venganzas, conflictos de poder y antiguos rencores, con un sorprendente desenlace final. Lo más interesante de la película es la amistad entre Clay Blaisdell y Tom Morgan, y su evolución hasta el trágico desenlace en la mesa de juego del French Palace, donde Clay da un discurso marcado por el dolor; unas impresionantes palabras donde el personaje parece hablar por el propio director para cargar contra la hipocresía de la sociedad (Edward Dmytryck fue víctima de la famosa “caza de brujas” contra miembros y simpatizantes del partido comunista americano).

Sol rojo. Terence Young, 1971

Sol rojo. Terence Young, 1971

El embajador de Japón acompañado de dos Samurais Kuroda y Namuro, se dirige a Washington en el Transcontinental Express para entregar al Presidente de los Estados Unidos un valioso obsequio de su Emperador: una valiosa y antigua katana. En el mismo tren viajan Link y “El Zurdo” con su banda de forajidos preparados para asaltar el vagón correo.

 

En pleno apogeo del spaghetti western, alguien tuvo una idea original y descabellada: si las películas de samuráis son al cine japonés lo que el western al cine norteamericano, ¿por qué no unir ambos géneros? A su favor se tenía el éxito precedente de “Los siete magníficos” (John Sturges, 1960) versión western de “Los siete samuráis” (Kurosawa, 1954), y “Por un puñado de dólares” (1964) en la que Sergio Leone había hecho lo propio con Yojimbo (Kurosawa, 1961).

 

Ambas películas japonesas habían sido interpretadas por Toshirô Mifune, que en Occidente era una de las poquísimas figuras reconocidas del cine oriental, de manera que la suya era una elección casi obligatoria. La ensalada pluricultural se completó con un “héroe” norteamericano (Charles Bronson), un “galán” francés (Alain Delon), una “belleza” sueca (Ursula Andress) y un director inglés (Terence Young, famoso por haber hecho las primeras películas de James Bond).

 

Y a pesar de lo que pudiera pensarse, la fórmula resultó. Young dirigió esta película con sobriedad clásica, alejada de la estilización delirante de la mayor parte de los spaghetti westerns del momento, gracias también a la excelente fotografía de Henri Alekan.

 

Obviamente, esta película no puede compararse con los western de John Ford o Howard Hawks, pero el montaje mantiene bien los momentos de tensión y acción propios del género y los diálogos no están mal. Además, la excusa argumental que justifica la presencia de Mifune está planteada de manera bastante verosímil.

 

Otro aspecto son las interpretaciones. El reparto, carismático como pocos en aquel momento, cumple con elegancia y sobriedad sus roles; el problema es que se trata de personajes demasiados estereotipados y eso resta fuerza a las actuaciones. Siendo sinceros, ninguno de los actores pasará a la historia del cine por esta película.

 

Un western atípico en muchos aspectos, pero bien construido y entretenido.

Dos hombres y un destino. George Roy Hill, 1969

Dos hombres y un destino. George Roy Hill, 1969

Ante todo, pido disculpas por el retraso de esta semana en la publicación del post. Problemas técnicos...

Hace unos días, desapareció uno de los grandes nombres del cine: Paul Newman. Para sumarnos a su merecido homenaje, posteamos hoy una de sus cintas más famosas.

Butch Cassidy es el carismático líder de una banda de pistoleros y atracadores; Sundance Kid, una de las pistolas más rápidas del Oeste, es su inseparable compañero. Un atraco frustrado a la Unión Pacific provoca la disolución del grupo. Será entonces cuando Butch, Sundance y una guapa maestra de Denver llamada Etta Place formen un trío de románticos fugitivos que, robando por oficio y divirtiéndose con el riesgo, tienen siempre a la ley pisándoles los talones.

Si bien es cierto que el guionista, William Goldman, se toma ciertas libertades en el tratamiento de ambos forajidos, mitificandolos, el resultado es una película entretenida y de calidad. El ritmo narrativo es bueno, aunque en ciertos momentos parece pedir un mayor tono humorístico. Cabe destacar la banda sonora, que adquirió una enorme popularidad a pesar de no tener demasiado protagonismo en la película (al menos en cuanto a minutos se refiere). Y por supuesto, la preciosa fotografía en tonos sepia lograda  por Conrad L. Hall.

En cuanto a las actuaciones, y aunque suene a manido, la complicidad que emanan Newman y Redford se ha igualado en pocas ocasiones en la historia del cine. Y esta complicidad acentúa el carisma de ambos personajes, y ayuda a que se hayan convertido por derecho en una de las grandes parejas del cine. En efecto, sin poder sacarle defectos, la pobre Katharine Ross queda por completo eclipsada.

El tesoro de Sierra Madre. John Huston, 1948

El tesoro de Sierra Madre. John Huston, 1948

Tampico (México) 1920. Fred Dobbs (Humphrey Bogart), un norteamericano vagabundo, convence a dos compañeros de infortunio, Curtin (Tim Holt) y Howard (Walter Huston), para ir a buscar oro. La expedición tiene éxito, pero la avaricia y las envidias que surgirán entre ellos superan con creces las dificultades que se habían encontrado hasta entonces.

 

Es difícil clasificar este film en un género cinematográfico determinado. ¿Es un Western enmarcado en un contexto aventurero o quizás es una historia de aventuras con reminiscencias del salvaje oeste?

 

Basada en una novela de Ben Traven (aventurero que reflejó en ella algunas de sus propias experiencias como buscador de oro), adaptada por el propio John Huston, “El tesoro de Sierra Madre” es uno de los mejores retratos de la codicia de todos los tiempos, narrado de forma magistral.

 

La elección del reparto no podría haber sido más acertada: una de las mejores interpretaciones de Bogart, un Tim Holt perfecto y un Walter Huston que parece haber nacido para interpretar ese papel.

 

Como anécdota, recodaremos que esta película fue ganadora de 3 Oscar: mejor director, mejor guión y mejor actor secundario (Walter Huston, padre del director). Así, esa fue la única vez que un padre y un hijo recibieron una estatuilla en la misma edición!

Grupo salvaje. Sam Peckinpah, 1969

Grupo salvaje. Sam Peckinpah, 1969

“Grupo salvaje” es la historia de un grupo de veteranos atracadores de bancos, ven acorralados entre unos cazadores de recompensas, los insurgentes de Pancho Villa y el ejército mexicano; la historia de una banda de forajidos condenados al fracaso desde el principio y resignados a enfrentarse con dignidad a su destino.

 

“Grupo salvaje” es un film violento, amargo y desencantado, en el que los límites entre el bien y el mal se difuminan. Una película que nos habla de desarraigo, honor, dignidad y amistad traicionada en el contexto de un mundo que está cambiando: sus protagonistas son hombres duros cuyo tiempo se ha acabado. Y a pesar de la violencia, “Grupo salvaje” ofrece, sin embargo, imágenes de sobrecogedor lirismo.

 

“Grupo salvaje” es un magistral western crepuscular escrito por el propio Peckinpah junto a Walon Green y Roy N. Sickner, resumen de una forma de entender la vida, regida por unos códigos no escritos pero con una fuerte carga ética y moral.

 

Excepcional trabajo interpretativo de todo el reparto, entre ellos el insuperable William Holden (quien basó parte de su actuación en el propio director) o el General “Mapache” encarnado carismáticamente por el mexicano Emilio Fernández.

 

 

 

Después solo queda la hora de los homenajes, recordando en flash-back los rostros sonrientes de los componentes de este grupo salvaje…

La ley de los fuertes. Rudolph Maté, 1957

La ley de los fuertes. Rudolph Maté, 1957 Colt Saunders (Charlton Heston) es un veterano de la Guerra que regresa a su finca de Texas, donde le aguardan sorpresas desagradables, pues descubrirá el pasado nada virtuoso de su esposa Lorna (Anne Baxter). Pero el mayor problema es una banda de despiadados advenedizos decididos a apropiarse de la valiosa finca de Colt.

Western lleno de intriga, drama y acción. La interpretación de los papeles principales, a cargo de actores de gran relieve, se sitúa en los niveles que corresponden a su categoría. Heston da vida a un personaje duro, rudo, violento y desconsiderado, y lo hace con solvencia y naturalidad. Gilbert Roland, interpretando el papel de hermano menor lisiado a causa de un accidente de juventud, crecido bajo la sombra y la protección de su hermano mayor, del que depende a disgusto y con rencor, realiza un trabajo notable que confiere a su personaje la ambigüedad (entre la sumisión y la rebeldía, la lealtad y la traición) que le es propia. Una espléndida Anne Baxter interpreta el difícil y contradictorio papel de Lorna.

El director Rudolph Maté demuestra que es capaz de conferir a la película una gran fuerza dramática. A destacar la escena de la estampida de los caballos y el intento de Cold de recuperarlos, que suma espectacularidad, tensión y brillantez.

The Good, tha Bad and the Weird

The Good, tha Bad and the Weird

Hace sólo unos días saltó a luz esta noticia: un spaguetti western coreano! 

El director Kim Jee-Woon, “experto” en versionar películas occidentales, ha finalizado el rodaje de la mítica cinta de Sergio Leone “El bueno, el feo y el malo”. A priori, el intento puede ser bueno, al fin y al cabo este director hizo un magnifico trabajo en “A tale of two sisters” y en “A bittersweet life”, ésta última un magnífico homenaje al cine noir francés de los años 70. Además, el reparto de este western oriental incluye a los mejores actores de Corea del Sur: Song Kang-Ho (Memories of murder, Sympathy for Mr Vengeance, The host), Lee Byung-heon (A bittersweet life, JSA) y Jung Woo-sung (Musa, The restless, Daisy).  

Su estreno se espera para el 2008… Esperemos que no nos defraude! Mientras tanto, abriremos boca con el cartel de la película.

Edito para comentar un aspecto interesante: como varias personas ya me han comentado, el título coreano de este western es algo peculiar, El bueno, el malo y el raro. ¿Raro? Desde luego es un calificativo extraño tratándose de un western. Txilibrín preguntaba si ese era el título original de la película en que se basa.  Pues no. El western en cuestión, dirigido por Sergio Leone  en 1966, era una co-producción hispano-italiana que se tituló “Il Buono, il Bruto, il Cattivo”, titulo que en España y EEUU fue traducido como “El Bueno, el Feo y el Malo”.  

Y ya que estamos ampliando el post, aprovecho para comentar algo más sobre el tema. Sergio Leone, tras iniciarse como director con películas de romanos de dudosa calidad (lo que se denominaba género peplum), tuvo la oportunidad de mostrar su valía dirigiendo en 1964 “Por un puñado de dólares” (“Per un pugno di dollari”), una modesta  co-producción hispano-germano-italiana rodada en el desierto de Almería y protagonizada por un joven actor televisivo estadounidense (Clint Eastwood), conocido por su participación en Rawhide, una exitosa serie del Oeste. “Por un puñado de dólares” es, en realidad, la versión western de la magnífica “Yojimbo” de Akira Kurosawa. La comparación entre ambas sería tema para postear en un “Duelo”… 

En cualquier caso, el gran éxito de este western permitió a Leone rodar otros dos, también protagonizados por Eastwood: “La muerte tenía un precio” (“Per qualche dollari in piu”), las cuales compondrán lo que se ha llamado Trilogía del dólar. Por cierto que Sergio Leone cerró su escasa filmografía con el espectacular film de gánsters “Érase una vez en América” (1984) con Robert de Niro. 

Volviendo a El Bueno, el Feo y el Malo, el argumento es el siguiente: durante la Guerra de Secesión, 3 fuera de la ley muy diferentes entre sí (el impávido y calculador “Rubio”/Eastwood, el mexicano Tuco/Eli Wallach, y el despiadado “Sentencia”/Lee van Cleef) se lanzan a la búsqueda de un tesoro que ninguno de ellos puede localizar sin la ayuda de los otros dos. 

Habrá que ver, por tanto, qué diferencias introduce Kim Jee-Woon en su versión y por qué uno de sus personajes recibe el nombre de “El raro”. Y lo de ver, con suerte… porque en España, por desgracia, es frecuente que no lleguen la mayoría de las películas orientales, ni siquiera después de editarse en dvd!

El sargento negro. John Ford, 1960

El sargento negro. John Ford, 1960

Tras la guerra de Secesión en los desolados territorios del estado de Arizona, algunos hombres de color son admitidos como soldados. Entre éstos se encuentra el sargento Rutledge, con una brillante hoja de servicios en su lucha contra las tribus indias. El sargento comparece ante un tribunal militar, acusado de haber violado y asesinado de una joven blanca.  

La crítica considera El sargento negro como una película menor de John Ford, pero yo no estoy en absoluto de acuerdo con tal afirmación. Primero, porque es un regreso (más duro y directo, eso si) a la marginación racial que Ford ya había mostrado en otras películas suyas, como por ejemplo La legión invencible (1949) o Centauros del desierto (1956), en las que, a pesar de la aparente indiferencia hacia el exterminio racial de las tribus indias, Ford inicia un camino de reflexión sobre la tragedia humana más allá de la distancia entre etnias. En segundo lugar, por el uso narrativo, increíblemente fluido, de los flashbacks. Y en tercer lugar por la superación de los géneros cinematográficos, uniendo de forma verosímil el western con el cine de juzgados.  

Ford fue uno de los primeros directores que dedico una película completa a reconocer y ensalzar la figura de los soldados de color en el ejercito norteamericano. Aquí el Ejército se muestra como una familia integradora, una oportunidad para superar las absurdas diferencias raciales. El sargento negro fue entendida así por su protagonista Woody Strode, que se sentía orgulloso de su participación en esta película: “Nunca antes se vio a un negro bajar por la montaña como si fuera John Wayne. Tuve el mayor himno cruzando el Río Pecos, llevaba a toda la raza negra a través del río”. Woody Strode trabajó siempre en papeles de mucho estar y poco hablar; lo que se exigía de él era su porte majestuoso (por ejemplo, en Espartaco, de Stanley Kubrick).  

Jeffrey Hunter interpreta al Teniente Cantrell, el único blanco de todo el Fuerte que cree en la inocencia del sargento y que está dispuesto a comprometerse en su defensa. En una interpretación desde luego correcta, pero desde mi punto de vista empalidece al lado del papel desempeñado por Woody Strode. En cuanto al elenco de personajes secundarios, si bien presentan unas personalidades bien definidas y trabajadas (a destacar toques de fino humor en algunos personajes), suelen presentar todos un rasgo común: son racistas. Toleran (que no “admiten”) al 9º de Caballería pero no dudan de su culpabilidad si surgen los problemas.  

Al final de la película, mientras sonaba el tema musical, la soberbia silueta de un militar (negro) del Ejército de EE.UU se recortaba, con un contrapicado heroico, contra el mítico crepúsculo fordiano. Todo en esta película tenía carácter de leyenda. Y el mensaje que los espectadores norteamericanos extraían de ella venía a ser algo así como: “También los hombres negros han contribuido a la construcción de este país”, es decir, que las diferencias raciales dejaban de tener sentido en la civilización moderna. Esa es precisamente la lección que debemos extrapolar de esta película.

Fort Apache (John Ford, 1948)

Fort Apache (John Ford, 1948) Cuando la realidad se convierte en leyenda, se debe contar la leyenda”.

El primero y más célebre western que John Ford dedicó a la caballería de los Estados Unidos, un intento declarado de proporcionar envergadura histórica y dramática a la caballería norteamericana que hasta ahora apenas había tenido identidad y protagonismo.

Basado en la masacre de Little Big Horn, "Fort Apache" fue planteada por Ford con total objetividad, intentando mostrar las contradicciones en el seno del ejército de los EEUU. Es una película un tanto ambigua, por ejemplo, incluye un discurso antimilitarista pero al final se produce la glorificación del séptimo de caballería Fort Apache es una visión muy personal de la historia del general Custer, interpretado por un Henry Fonda despótico, egoísta, tiránico... en constante enfrentamiento con John Wayne, que es un subordinado. Obsesionado con las formas militares y autodestructivo, el personaje de Fonda intentará llevar a cabo su la misión más importante de su vida: derrotar a Cochise, un bravo guerrero Indio, al que tenderá una trampa en la frontera con México.

 

La diligencia (John Ford, 1939)

La diligencia (John Ford, 1939) Este western se basa en una novela de Haycoch, que a su vez se basa en un cuento  (bola de sebo), que narra las peripecias de unos viajeros en coche de caballos en Europa.
 
Ford realizó la película con una sequedad formal inaudita, clara teatralidad de algunas secuencias y definición muy clara y muy trabajada de los personajes. Se muestra la dicotomía:
-          ausencia de virtudes en los personajes teóricamente respetables por una sociedad hipócrita
-          los personajes marginales que curiosamente si tienen unos valores morales muy claros
Con cada plano se aprecia la capacidad de Ford para complicar sutilmente las cosas: interiores agobiantes, claroscuristas, focos de luz laterales muy dirigidos, techos bajos... resolución muy moderna de algunas secuencias, por ejemplo, la elipsis del duelo final (toda la película es una gran venganza pero que luego no se nos muestra directamente sino a través de los ojos de la chica), secuencias rodada con cámara en mano, resolución elíptica de los tiroteos (impactos fuera de campo, se muestra los heridos pero no cómo fueron heridos), persecución y ataque a la diligencia rodado con especialistas, y aparece por primera vez en una película de Ford el paisaje desértico con vocación protagonista.

Centauros del desierto (John Ford, 1956)

Centauros del desierto (John Ford, 1956) Centauros del Desierto es probablemente uno de los mejores westerns de toda la historia del cine.

Adaptación de una novela de Alan Lemay, John Ford no respetó el final (algo por lo que recibió muchas críticas en su momento) aunque con ello dotó a la historia de un sentido mucho más sólido y coherente que en la novela.

John Wayne interpreta al soldado ex-confederado Ethan Edwards, un hombre que cree más en las balas que en las palabras, y que busca a su sobrina raptada por los comanches que han masacrado a su familia. Ethan es el típico personaje marginal, racista y desarraigado; pero al rescatar, al fin, a su sobrina comprende que después de tantos años esta se ha convertido en una mujer india, así que la única solución que ve es matarla... o aprender a convivir con quienes no son de su mismo color! En su obsesiva persecución durante 5 años, Ethan encuentra algo que no esperaba: su propia humanidad y el sentido de su vida.

Esta película configura el llamado “western crepuscular”, lo más importante no es lo que se cuenta sino lo que se sugiere y permite al espectador intuir mucho más de lo que las imágenes muestran. Ford habla de épica psicológica, porque el espectador se ve obligado a profundizar en la complicada psicología de los personajes, caracterizada por grandes tensiones internas.

La última escena es uno de esos finales que pasan a formar parte del imaginario colectivo: la imagen de Ethan, el viejo héroe, tomada desde el interior de la casa, se aleja lentamente al comprender, resignado, que a pesar de todo lo que él representa ya no tiene cabida en esa familia – metáfora de la nueva sociedad -.