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Los 400 golpes. Francois Truffaut, 1959

Los 400 golpes. Francois Truffaut, 1959

Antoine Doinel, un chico de 12 años, vive con su madre y su padrastro. Absorbidos por unos problemas conyugales que tampoco se atreven a afrontar, se desentienden demasiado a menudo de Antoine. Él tampoco encuentra refugio en la escuela. Por temor a su maestro, ya que no ha cumplido un castigo que éste le había impuesto, decide hacer novillos junto a su amigo René. Inesperadamente, ve a su madre en compañía de otro hombre; la culpa y el miedo le llevan a una sucesión de mentiras y riñas. Tras un pequeño robo, será internado en un reformatorio, del que se escapará para ver el mar. 

Los 400 golpes es la película que, podría decirse así, inauguró la Nouvelle Vague, movimiento del cual Truffaut iba a ser su más destacado exponente. Esta corriente artística defendía una mayor facilidad para que los jóvenes pudiesen acceder a la realización, la producción a bajo coste, libertad expresiva y posibilidades de experimentación, la utilización de una temática cercana al hombre común, el decorado natural y la anécdota cotidiana.  

Los 400 golpes es una película que empieza con los títulos de créditos sobreimpresos sobre las imágenes que nos muestran un largo travelling a través de las calles de París... y termina con otro largo travelling acompañando al protagonista en su huida hacia el mar. 

Quizás lo más importante en la película es la pesimista visión que da sobre la institución familiar, un ente desestructurado en el que la figura materna es la que sale peor parada. Y esto no tiene nada de extraño, puesto que Truffaut pasó su infancia alejado de una madre que nunca se ocupó realmente de él y de un padre adoptivo que trató de educarlo aun al riesgo de alejarlo más de su lado.  

Y es que la madre del Antoine cinematográfico es una mujer que no ha asumido su responsabilidad maternal, dejando bien patente con su actitud distante y despreocupada que no está dispuesta a sacrificar su individualidad por esa dependencia afectiva que todo hijo demanda. Antoine  quiere a su madre, pero ese cariño no correspondido le llena de amargura y resentimiento hacia ella. El descubrimiento de su infidelidad reforzará aún más esa aversión. Esta complicada situación sentimental se materializará en la mentira que da Antoine para excusar la ausencia del día anterior ante su profesor: le dice que su madre había muerto. Esta mentira encierra una verdad sobrecogedora: Antoine siente que su madre ha muerto para él. Su madre no le quiere. Antoine está sólo. 

Tampoco las instituciones educativas (o más bien las personas responsables de ellas) son la solución. La tensión en la escuela es palpable. A los chicos no se les da ninguna oportunidad de expresarse, de ser ellos mismos.  

Pero Los 400 golpes es mucho más que la historia del joven Antoine. Es también una alegoría sobre el proceso de endurecimiento y soledad de un adolescente sin modelos dignos de imitar, sobre el paso del tiempo, sobre la nostalgia, sobre el sentido del castigo, sobre el aprendizaje, sobre la inocencia y, por encima de todo, sobre la búsqueda de la libertad y la Belleza.  

La película finaliza con la imagen fija de Antoine mirando hacia el futuro, hacia el espectador, hacia el objetivo de la cámara, en un final abierto que interroga sobre su futura integración social o su rebeldía definitiva.

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