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Cine Japonés Clásico

Utamaro y las cinco mujeres. Mizoguchi, 1946

Utamaro y las cinco mujeres. Mizoguchi, 1946

Kitagawa Utamaro (1753-1806) fue un célebre pintor japonés especializado en retratar a mujeres, siendo en los prostíbulos de Tokio donde se encontrará a sus mejores modelos. Pero su compromiso con el arte también tendrá sus riesgos…

 

En 1804, en la cima de su carrera, el auténtico Utamaro fue acusado de indignidad por publicar unos grabados, bajo el título de "Hideyoshi y sus 5 concubinas", sobre una novela histórica prohibida; en consecuencia, fue sentenciado a pasar 50 días esposado, sin poder pintar, prohibición que le avergonzó y marcó hasta tal punto que hundió su carrera, muriendo poco después.

 

En cuanto a la película de Mizoguchi, se entrelazan dos elementos temáticos primordiales: el arte (y la reflexión acerca de la creación estética, la inspiración, la belleza, las relaciones del artista con el poder económico y político, la censura, etc.) y el amor, ya que Utamaro está rodeado por una serie de personajes que viven de distintas maneras ese sentimiento. A pesar de la estupenda recreación histórica, de escenas de enorme belleza y del buen hacer de los actores, en la parte final de la historia se percibe cierta falta de cohesión entre esos dos ejes, debido a carencias del guión.


En cualquier caso, una pequeña joya del cine japonés, que abrió camino para largometrajes, más o menos ajustados a la realidad, sobre artistas plásticos de fama mundial, algunos de ellos ya comentados en este mismo blog (sección “Arte”). A saber: "Moulin Rouge", de John Huston, USA 1952, sobre el pintor francés Toulouse-Lautrec; "El loco del pelo rojo", de Vicente Minnelli, USA 1956, sobre Van Gogh; "Los amantes de Montparnasse", de Jacques Becker, Francia 1958, sobre Modigliani; "El tormento y el éxtasis", de Carol Reed, USA 1965, sobre el genial Michelangelo Buonarroti; "Andrei Rublev", de Andrei Tarkovsky, Rusia 1966, sobre el pintor ruso Andrei Rublev; "El sol del membrillo", de Víctor Erice, España 1992, acerca del pintor español Antonio López; "Sobrevivir a Picasso", de James Ivory, GB 1996; "Pollock", de Ed Harris, USA 2000; "Ebrio de mujeres y pintura", de Im Kwon-Taek, Corea del Sur 2002, acerca del pintor coreano Jang Seung-up (Oh-won); "Frida", de Julie Taymor, USA 2002, sobre la mexicana Frida Kahlo; "La joven de la perla", de Peter Webber, GB 2003, sobre el holandés Vermeer; "Los fantasmas de Goya", de Milos Forman, España 2006; “Goya en Burdeos”, de Carlos Saura, 1999; o "Klimt", de Raúl Ruiz, GB 2006.

El más allá. Masaki Kobayashi, 1964

El más allá. Masaki Kobayashi, 1964

Película de culto dentro del género de terror, dividida en 4 historias independientes del escritor Lafcadio Earn, adaptadas al Japón feudal: "Pelo negro", "La mujer en la nieve", "El hombre sin orejas" y "En la taza de té”.

 

Filme premiado en Cannes, “El más allá” es pura perfección formal: Kobayashi diseñó y pintó personalmente los decorados, con una estética que podría resultar casi contemporánea y con rasgos que rozan el surrealismo daliniano.


En realidad, no es tan sólo una película de espíritus, sino del amor y la muerte. En especial la historia de “la mujer en la nieve” es quizás el cuento gótico mejor contado de la historia del cine, en la que se dan la mano la más pura tradición oriental con la poesía de Edgar Allan Poe.

 

Estamos ante una película a contracorriente, de un cineasta que tiene una visión global del Cine, esto es, un ritmo lento, montaje, color, trabajo de estudio, dirección artística, influencias teatrales y culturales, el valor de todas las artes, la puesta en escena. Además, hay que tener en cuenta el gran elenco de actores que participan en ella: Rentaro Mikuni, Tatsuya Nakadai y Michiyo Aratama.

Onibaba. Kaneto Shindo, 1964

Onibaba. Kaneto Shindo, 1964

En el Japón medieval, la madre y la esposa de un guerrero esperan su vuelta del frente. Sobreviven engañando a los soldados perdidos en los campos, a los que asesinan para luego vender sus pertenencias...

 

Historia pequeña, sin grandes alardes. Pocos personajes, pocos escenarios. Sin embargo, Onibaba es una gran película.

 

Onibaba es un tipo de demonio japonés que se mostraba como una bella mujer para engatusar  a hombres y niños para comérselos. Kaneto Shindô se sirve de este vocablo y de esta idea para ofrecernos una historia de terror fantástico como metáfora del hombre, de sus miedos, de sus instintos, de sus supersticiones.

 

En cuanto a las imágenes de esta película, todas ellas irradian un magnífico talento fílmico: las miradas, el erotismo, el viento y los juncos... Buenos movimientos de cámara, planos de perfecta factura y espectacular fotografía. Todo ello enmarcado por la magnífica partitura de Hikaru Hayashi. No es esteticismo vano, en Onibaba fondo y forma van de la mano.

Trono de sangre. Akira Kurosawa, 1957

Trono de sangre. Akira Kurosawa, 1957

Akira Kurosawa no sólo fue un gran cineasta, sino también un hombre culto, versátil y con gran capacidad para trasladar la literatura al celuloide, incluso los grandes títulos europeos (aún a pesar de la gran distancia que parecía existir con respecto a la sensibilidad oriental). Así, en 1957 filma su primera adaptación de la obra de Shakespeare: Kurosawa transforma "Macbeth" en la formidable "Trono de sangre". Una película, por cierto, influida por la versión realizada en 1948 por Orson Welles, pero aplicando elementos japoneses extraidos del teatro Nô.

 

¿Qué podemos decir de la impresionante actuación de Toshiro Mifune? El actor nipón interpreta aquí a un Macbeth memorable que recibe una de las muertes más violentas de la historia del cine (y de la que Sam Peckinpah tomó buena nota; al fin y al cabo, ya había manifestado su admiración por el cine de Kurosawa).

 

En cuanto a los aspectos técnicos de la película, la fotografía y la ambientación de "Trono de sangre" son simplemente formidables. También es de destacar que fue la primera película en la que Kurosawa colaboró con el célebre compositor Masaru Sato. Hasta entonces, Kurosawa no había dado excesiva importancia a la música, aunque si es cierto que en alguna ocasión la había utilizado como elemento dramático (por ejemplo, la melodía de "Vivir"). Tras esta primera colaboración, Sato crearía un estilo musical inconfundible para las películas de samurais, que a su vez, serviría de inspiración para Ennio Morricone en sus colaboraciones con Sergio Leone.

La puerta del infierno. Tienosuke Kinugasa, 1954

La puerta del infierno. Tienosuke Kinugasa, 1954

Japón, siglo XII. Para recompensar al valiente samurai Moritoh, su señor le da la posibilidad de escoger aquello que más desee. El joven samurai quiere casarse con la bella Kesa... pero Kesa ya está casada. Moritoh intentará en vano persuadirla para que abandone a su marido.

 

Sin duda, la mejor interpretación es la de Machiko Kyo, auténtica estrella en Japón, que deslumbra por su impecable Kesa.  Moritoh (interpretado por Kazuo Hasegawa) resulta un personaje demasiado ingenuo, demasiado obstinado; es sólo al final, cuando se desata el drama, cuando el actor consigue imprimir auténtico carácter a su samurai.

 

Una historia de pasión y poder, filmada en color y en formato panorámico con una estética muy particular para el momento, que fue galardonada con 2 Oscar de Hollywood y el Gran premio del Festival de Cannes.

Vivir (Akira Kurosawa, 1952)

Vivir (Akira Kurosawa, 1952)

Watanabe es un funcionario apático, cuya vida gira únicamente alrededor de su monótono e insustancial trabajo. Hasta que los médicos le diagnostican un cáncer muy avanzado. A partir de entonces lo que Kurosawa filma es una reflexión acerca de cómo proporcionar un sentido a la existencia, así como de la búsqueda de una redención que nos permita irnos tranquilos de este mundo. 

Comentaba José Enrique Monterde, en el dossier dedicado por la revista “Nosferatu” al cineasta japonés que, “en Vivir (…) deberíamos remitirnos a otra película de De Sica-Zavattini, Umberto D (también de 1952) con la que tiene ciertas concomitancias”. A pesar de las obvias diferencias que presentan cada uno de ellas (de forma muy evidente, el tono más optimista del filme nipón, en contraposición a una visión fatalista y derrotista del italiano) hay una serie de características comunes que los encauzan hacia un discurso parecido y decididamente devastador. Para empezar, sus protagonistas son hombres de avanzada edad, cuyo ciclo laboral parece haberse cerrado por su longevidad, y que deben adecuarse al insignificante papel que les reserva la exigente sociedad actual. Sobre ellos planea la sombra de la resignación, y con gran escepticismo vital se enfrentan al futuro. Además, ambos largometrajes se encuadran en una corriente “realista”, desde el marco social del Japón de posguerra en Vivir a la adscripción neorrealista de Umberto D.

Kagemusha, la sombra del guerrero. Akira Kurosawa, 1980

Kagemusha, la sombra del guerrero. Akira Kurosawa, 1980

Japón, siglo XVI. Takeda Shingen es el jefe de uno de los tres poderosos clanes que luchan por la conquista de Kioto. Shingen muere en combate, y sus oficiales deciden ocultar este hecho ante sus propias tropas y las del enemigo. Para ello se sirven del increíble parecido físico de un vulgar ladrón, al que perdonan su condena a muerte con la condición de convertirse en el doble de Shingen. 

Tras el éxito, Oscar incluido, de Dersu Uzala (1975), Kurosawa volvió a la dirección de una producción épica gracias al apoyo económico de Francis F. Coppola y George Lucas (dos de sus más célebres admiradores). 

Aparte de las grandiosas escenas bélicas, de la maestría con que se narra el horror de la guerra, de la soberbia imagen de los jinetes desfilando, de la bellísima fotografía, o de la impresionante escena final, con un alucinado Kagemusha cargando entre “sus” soldados muertos, la importancia de esta película radica en la reflexión sobre el poder, la ambición, el engaño y la usurpación. 

La película podría haber sido el esperado reencuentro entre Toshiro Mifune y Kurosawa, pero el director nipón no vio con buenos ojos la participación de Mifune en la miniserie norteamericana "Shogún", a la que consideraba folklórica y poco "digna" (y desde luego, tenía razón!). Así que el papel principal recayó en el gran Tatsuya Nakadai 

Como anécdota final, aquí queda la siguiente afirmación del propio Kurosawa: "John Ford ha sido como mi padre pero ellos (Coppola y Lucas) son mis hijos".

Harakiri. Kobayashi, 1962

Harakiri. Kobayashi, 1962

Japón, 1630. Tras una larga guerra entre clanes se instala la paz, lo que implica que muchos samuráis pierden su razón de ser y sus empleos. Algunos no soportan vivir en condiciones indignas y deciden pedir ayuda para poder practicarse el suicidio ritual. Hanshiro Tsugumo (interpretado por Tatsuya Nakadai) solicita a los hombres del clan Iyi que le asistan durante dicha ceremonia. Pero antes, quiere contar el porqué de su decisión…

Harakiri es el nombre con el que se conocía popularmente la ceremonia del Seppuku, el suicidio ritual y heroico, en el que los samurai se cortaban el vientre con su espada y luego eran decapitados por una segunda persona (que aliviaba así el sufrimiento y la agonía). Tsugumo, el protagonista de esta película, creció con y por la espada, un samurai convencido y fiel seguidor del bushido, y hace notar esa diferencia orgulloso sobre aquellos jóvenes guerreros que reivindican vivir bajo el código ético del samurai, pero que no son capaces de respaldarlo con sus acciones, lo cual se refleja en el desorden e injusticia del sistema entero.  

Un aspecto fundamental es la soberbia interpretación de Tatsuya Nakadai, que es a Kobayashi, lo que Toshiro Mifune a Akira Kurosawa, aunque curiosamente Kurosawa dio el papel protagonista de Kagemusha y Ran no a su actor fetiche (Mifune) sino a Nakadai. Con un estilo muy distinto al de Mifune, más sutil, más interno, Nakadai interpreta en harakiri un personaje misterioso, inquietante, apoyado además por la ambientación (un conjunto de estancias vacías, y campos en brumas) y a la propia estructura de la película, construida mediante flashbacks encadenados que nos van descubriendo, muy poco a poco, la verdad.

Pacifista convencido y ganador en 1963 del Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes, Kobayashi muestra en Harakiri su desprecio por la autoridad e hipocresía feudal  que habían llevado al Japón a la destrucción.

Rashomon (II)

Rashomon (II)

Hace algunos días hablé de esta gran película y comenté que para elaborar el guión, Akira Kurosawa se basó en varios relatos de Rynousuke Akutagawa, aunque su principal fuente de inspiración fue el relato que titulado, precisamente, Rashomon (aunque también es conocido como “En el bosque”). 

Aquí os dejo el enlace para leer el cuento original de Rynousuke Akutagawa: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/jap/akuta/rashomon.htm

Rashomon. Akira Kurosawa, 1950

Rashomon. Akira Kurosawa, 1950

Bajo las puertas de Rashomon, en la antigua Kioto, tres personajes (un sacerdote budista, un leñador y un peregrino) se refugian de una tormenta. Los tres discuten sobre el juicio al bandido Tajomaru, acusado de haber dado muerte a un señor feudal y de violar a su esposa. Los incidentes son narrados desde el punto de vista de Tajomaru, de la mujer, del asesinado (a través de una médium) y del leñador, único testigo de los hechos.  

Kurosawa nos ofrece aquí una prodigiosa utilización de los flashback, pues las versiones de la historia serán siempre contradictorias y desde distintas posiciones emocionales.  

Rashomon es una película con una carga moral muy acentuada. Inspirándose en un relato de Ryonusuke Akutagawa, Kurosawa se muestra buen conocedor del alma humana. Una pequeña mentira puede tener consecuencias devastadoras en la vida de un hombre, pues vivimos de acuerdo con lo que creemos verdadero y bueno. Pero descubrir la verdad puede ser muy difícil y doloroso. Y uno de los mayores obstáculos para descubrirla somos nosotros mismos, porque nuestras creencias, egoísmos y prejuicios alteran la percepción que tenemos de las cosas, cómo las vivimos y, sobre todo, como las recordamos.

Rashomon es una película que roza la perfección, con unos encuadres impresionantes, un ritmo vertiginoso y un acabado formal excelente. A destacar también las soberbias interpretaciones de Toshiro Mifune (impagable en su papel de Tajomaru) y Machiko Kyo. 

Ganadora de León de Oro en el Festival de Cine de Venecia en 1951, esta obra maestra contribuyó decisivamente al reconocimiento internacional del cine japonés. 

Una película descomunal, inagotable. Sobrepasa cualquier cosa que pueda decir sobre ella.

Yojimbo. Akira Kurosawa, 1961

Yojimbo. Akira Kurosawa, 1961

Otra obra maestra del gran director Akira Kurosawa. Y otra soberbia interpretación de su protagonista, Toshiro Mifune.

Japón, siglo XIX. Sanjuro, un ronin o samurai errante llega a una ciudad de provincias. Después de saber, a través del mesonero, que la ciudad está dividida entre dos comerciantes rivales, enfrentados por el control de los negocios, decide ponerse al servicio de uno de los bandos. Todo se complica con la llegada de Unosuke, hijo del jefe rival, que posee un revólver. A partir de entonces, la violencia se desata en el pueblo, y Sanjuro se encuentra en el centro del conflicto.

 

La película está ambientada en el final de la Era Tokugawa, cuando Japón se enfrenta a una serie de importantes cambios. Al ser una película de 1961, puede identificarse con el Japón contemporáneo, seguidor de un nuevo y feroz capitalismo. Por ello, el tema principal en Yojimbo podría identificarse con el desorden social que provoca la ruptura de la sociedad tradicional japonesa.

 

Además de la crítica social, Kurosawa hace también una relectura de la figura del samurai, una clase social anteriormente orgullosa y respetada, que poseía un sentido estricto del honor y el deber (ejemplificada con Los 7 samuráis, también de Akira Kurosawa), pero que está ahora en manos de la clase mercantil.

 

Una de las mejores películas de su director, Akira Kurosawa. Y eso son palabras mayores...

 

Los 7 samuráis. Akira Kurosawa, 1954

Los 7 samuráis. Akira Kurosawa, 1954 Los habitantes de un poblado de campesinos, cansados de ser periódicamente asaltados por una banda de bandidos, que agotan sus recursos, deciden contratar samuráis para que los defiendan. Tras varios intentos fallidos de encontrar samuráis dispuestos a luchar tan solo a cambio de la comida, el carismático Kanbei decide ayudarles.

 


Los samuráis, conscientes de su inferioridad numérica, entrenan a los campesinos para que luchen contra los bandidos, proporcionándoles además unos conocimientos que les permitan defenderse en el futuro. Pero tras la pírrica victoria, los desagradecidos campesinos, regresan a sus vidas cotidianas, relegando a los samuráis al olvido.

 

 

Pero la película es algo más que una historia épica. Uno de los grandes logros de Kurosawa es trasmitir la personalidad de los múltiples personajes en tan sólo unas pinceladas, y de mostrar la complejidad de las relaciones sociales, no sólo entre campesinos-samuráis, sino dentro de cada uno de estos grupos.

 

 

 

En cuanto a las escenas en las que los samuráis adiestran a los campesinos en tácticas militares, usa sabiamente las características típicas del cine bélico, aderezadas con pequeñas dosis de humor para llegar con más facilidad al espectador.

 

 

Técnicamente, la película incluye algunas innovaciones importantes para la época en que se rodó: por primera vez se utiliza tres cámaras de forma simultánea para rodar las escenas de acción, además de hacer uso de la cámara lenta para realzar algunas de estas escenas

 

 

El montaje estable tres partes bien diferenciadas entre sí, pero perfectamente hilvanadas para conseguir una estructura lógica y fluida que consigue mantener el ritmo en todo momento. En la primera parte se presenta a los personajes; en la segunda se tratan los preparativos de la defensa del poblado, y finalmente se narra la batalla en sí, en la cual Kurosawa decidió eliminar la música de la banda sonora y hacer uso de sonido real para conseguir un realismo inusitado.

 

 

Y para terminar, un par de muestras de la enorme repercusión que esta película tuvo en el cine occidental: en 1960 John Sturges realizó Los Siete Magníficos, un remake a modo de western que obtuvo un gran éxito. Otro ejemplo, muy obvio para quien ha visto Los 7 samuráis, es la película de Disney Bichos...¿quién lo diría, eh?

 

 

 

La calle de la vergüenza, Mizoguchi, 1956

La calle de la vergüenza, Mizoguchi, 1956 Nos encontramos en un barrio de Tokio, y concretamente en un burdel llamado “El país de los sueños”. Son momentos difíciles, ya que el Parlamento está debatiendo una ley para condenar la prostitución. A lo largo del film se explica la vida de diferentes prostitutas: de cómo las circunstancias les obligaron a vender su cuerpo, pero también de cómo intentan escapar de esta situación.
 
Los personajes femeninos de Mizoguchi son las víctimas de un orden patriarcal que dictamina lo bueno y lo malo de sus conductas en el terreno social al margen de sus realidades; son, por tanto, personajes marginados socialmente. Pero esta marginación dista mucho de ser una condena, e incluso puede considerarse una marginación “voluntaria”, en el sentido de que rebelarse contra un sistema de valores impuestos puede llegar a ser virtuoso; por poner sólo un ejemplo, el personaje de la prostituta Miky alcanza una dimensión humana superior a la de su propio padre, únicamente preocupado por las apariencias.
 
Otro rasgo definitorio de los relatos de Mizoguchi es el sacrificio silencioso de sus personajes.  En “La calle de la vergüenza” la clave es el sacrificio de Ymeko, que se resguarda en un ambiente sórdido que, al fin al cabo, es lo que le ha dado la posibilidad de educar a su hijo.
 
El cine de Mizoguchi se convierte en un sutil y eficaz el instrumento de denuncia en una época en la que el hombre ha perdido sus vínculos inmediatos y actúa pensando más en su seguridad personal más que en su moral. Mizoguchi elige “iluminar a los vencidos, a los descarriados porque en definitiva ellos son la simiente de la verdad".