El nombre de la rosa (novela vs película)
“Tenía ganas de envenenar a un monje”. Ésa fue la razón que Umberto Eco da en sus “Apostillas a El nombre de la rosa” sobre los motivos que le habían impulsado a publicar, en 1980, su gran novela histórica.
El argumento es sobradamente conocido por el gran público:
Noviembre de 1327. Fray Guillermo de Baskerville (Sean Connery) y su discípulo Adso de Melk (Christian Slater), acuden a una abadía benedictina del norte de Italia para esclarecer la muerte del joven miniaturista Adelmo da Otranto... que no será la única víctima. El móvil parece ser unos antiguos tratados aristotélicos sobre la licitud de la risa que se encuentran en la biblioteca, la mayor del mundo cristiano. ¿Quién es el asesino? ¿Qué hicieron sus víctimas para morir asesinadas?
Umberto Eco también da, en sus “Apostillas…”, una de las mejores definiciones posibles de novela histórica, al distinguir tres formas de narrar sobre el pasado. Una es cogiendo ese pasado como mera escenografía o pretexto para dar rienda suelta a la imaginación, al modo de Tolkien. La 2ª es utilizar personajes reales, que hacen cosas reales o inventadas. Es el caso de D’Artagnan y Richelieu en la novela de Dumas. La 3ª posibilidad es el de la novela histórica propiamente dicha: no hace falta que los personajes sean reales, pero sí que todo lo que hagan y digan sea lo que hubieran dicho y hecho si hubieran vivido en aquella época. Es el caso de El nombre de la rosa. Eco crea una Edad Media perfectamente real, perfectamente medida hasta el más mínimo detalle.
¿Y por qué la Edad Media? “Ni qué decir tiene que todos los problemas de la Europa moderna, tal como hoy los sentimos, se forman en la Edad Media: desde la democracia comunal hasta la economía bancaria, desde las monarquías nacionales hasta las ciudades, desde las nuevas tecnologías hasta las rebeliones de los pobres… La Edad Media es nuestra infancia”
El libro de Eco es una maravilla absoluta que puede leerse desde múltiples puntos de vista (novela de misterio, crítica social, ensayo sobre filosofía medieval, libro de arte…). La adaptación cinematográfica de Jean Jacques Annaud, si bien es bastante correcta, no resiste la más mínima comparación con la novela.
Para empezar, es imposible condensar un libro tan rico en un par de horas de metraje, con lo cual muchas cosas importantes son alteradas, se dejan sin explicar o incluso se omiten. Hay demasiadas concesiones al cine comercial (quizá la más sangrante de todas, dar tanto protagonismo a la relación carnal entre Adso y la chica, que en el libro apenas son un par de párrafos…); la ambientación y el decorado, deslucidos. ¿Por qué tenían que cambiar el laberinto, convirtiendo una idea genial en una maraña de escaleras sin sentido? ¿Por qué cambiaron el final? Annaud, defendió su obra, afirmando que Eco le había dado permiso desde el principio "para traicionar el texto de su novela". Nunca el verbo “traicionar” estuvo tan bien utilizado… De hecho, Eco se negó a ir al estreno y nunca ha querido hablar de la película.
Es cierto que un punto a su favor fue el reparto, empezando por un magnífico Sean Connery, y unos secundarios a cual mejor. Eso si, Christian Slater desaprovechó la oportunidad de hacer el mejor papel de su vida.
Tenían a Sean Connery, tenían la abadía, tenían la historia, lo tenían todo... Pero el resultado de esta co-producción europea de gran presupuesto es una cinta oscura que da sólo lecciones elementales y suscita débiles emociones.
Si aún no habéis leído el libro, por favor, hacedlo ya!
Por cierto, la semana que viene, al coincidir con martes de carnaval, nos tomaremos un descanso. El próximo post se publicará ya el 3 de marzo. Nos leemos!