Lugares comunes. Adolfo Aristarain, 2002
Fernando Robles (Federico Luppi) es porteño, ya ha cumplido los 60 y es profesor de pedagogía en la universidad. Enseña a enseñar. Lleva toda la vida casado con Liliana Rovira (Mercedes Sampietro), española, hija de catalanes, que trabaja como asistente social en barrios marginales de Buenos Aires. Se quieren, se respetan, son leales. Nunca se aburren estando juntos, les gusta estar solos. Se conocen profundamente, se aceptan, se pelean sin odio, se divierten. Son amantes, socios, amigos, cómplices. Ninguno de ellos concibe la vida sin el otro. Tienen un hijo, Pedro (Carlos Santamaría), casado y con dos hijos, que tiene un buen trabajo en Madrid, donde vive en una urbanización de clase media acomodada. Pero el mundo plácido y reflexivo de Fernando se ve profundamente alterado cuando recibe sin previo aviso la comunicación oficial en la que le informan de su jubilación forzosa, un hecho que va a cambiarle la vida...
Todos conocemos el famoso tópico acerca de que los argentinos hablan de cualquier cosa con tal de no estar callados. Esta es una película argentina, y sus actores hablan mucho. Pero todo lo que dicen es importante, es el sostén de este drama tan tierno como cercano. La belleza de esta película está precisamente en que lo que nos cuenta resulta reconocible: "Lugares comunes" es una película en la que todos los personajes buscan su lugar en el mundo, en un barniz pesimista pero al mismo tiempo esperanzador.
El cine de Adolfo Aristarain es un cine de preguntas complejas, preguntas que casi nunca reciben respuesta, pero que ayudan a reflexionar sobre la fragilidad de la existencia y los ideales que la sustentan. Aristarain consigue un relato austero, sencillo, un canto sincero y emotivo a las ansias de vivir con dignidad.
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