Un perro andaluz (Luis Buñuel, 1929)
La unión de dos sueños, uno del controvertido pintor Salvador Dalí y otro del propio Buñuel, dió origen a esta extraña e inquietante película. El propio Buñuel relataba así su génesis:
“Dalí me invito a pasar unos días en su casa y, al llegar a Figueras, yo le conté un sueño que había tenido poco antes, en el que una nube cortaba la luna y una cuchilla de afeitar hendía un ojo. Él a su vez, me dijo que la noche anterior había visto en sueños una mano llena de hormigas. Y añadió ¿Y si, partiendo de esto, hiciéramos una película?”.
Dicho y hecho. En poco menos de una semana escribieron el guión. Siguiendo unos postulados tan simples como difíciles de realizar, abrieron de par en par las puertas de lo irracional (algo en lo que, por cierto, Dalí era todo un especialista). En principio, solo admitían las imágenes que les impresionaban, sin averiguar él porque de cada impresión. Buñuel y Dalí seguían, aparentemente, los métodos de trabajo propuestos por la asociación libre de pensamientos e imágenes (lo que los surrealistas denominaban escritura automática).
Sin embargo, si se analiza cuidadosamente la película, podemos descubrir una estructura mucho más pensada que la que planearon inicialmente sus autores (o que dijeron que habían planeado...).
Un perro andaluz se inicia con el sueño antes citado de Buñuel: un ojo humano es seccionado por una navaja mientras las nubes ocultan parcialmente la luna. Esta imagen en realidad funciona como una metáfora: es un aviso al espectador, se le está indicando que a partir de aquí su mirada, su forma de ver y entender el cine, va a cambiar, o, mejor dicho, va a tener que cambiar.
Esta película, excesiva y violenta, que mezcla el sueño y la vida, la realidad y el deseo, haciendo gala de un humor cruel que pone al descubierto las represiones y el puritanismo de la moral católica, esta película que utiliza la agresión como elemento estructural y de ruptura, fue calificada por André Breton (el teórico más importante del movimiento Surrealista) como un juego “bello y poético de lo que no es, en el fondo, mas que una desesperada llamada a la muerte”.
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amaya -