El Padrino. Francis Ford Coppola, 1972
La compleja historia de los Corleone, una de las familias de la mafia neoyorkina de los años 40, liderados por un implacable padre de familia y hombre de honor (inmenso Marlon Brando) y cuyo poder hereda su hijo más pacífico (asombroso un primerizo Al Pacino de mirada gélida).
Excelente adaptación de libro de Mario Puzo, un equilibrio magistral de los temas personales con los negocios. Marlon Brando rechazó en un principio participar en una película que ensalzara a la mafia, pero descubrió en el guión una especie de crítica social y aceptó. Su deconstrucción del modelo familiar tradicional, mostrando todos los turbios entresijos de la familia Corleone, la ácida crítica hacia la corrupción jurídica y policial, su desprecio por la hipocresía de la clase política o su cuestionamiento de la jerarquía eclesiástica y sus motivaciones, convierten al Padrino en una de las más demoledoras críticas sociales que el cine haya efectuado jamás.
Apoyando al gran Brando, Al Pacino (bordando la increíble metamorfosis del personaje de Michael) y James Caan (excelente en su caracterización como el violento Sonny Corleone). Junto a estos un reparto de grandes secundarios (Robert Duvall, Diane Keaton, Richard Conte, John Cazale, Richard Castellano...). Mención especial para un Sterling Hayden ya en la recta final de su carrera. Un actor de gesto adusto y hombros de plomo, un rostro que podía encarnar la maldad y la corrupción de manera genial, pero también la duda y la fragilidad del que juega en el alambre y la bondad del duro, del desplazado. Y todo sin cambiar apenas de registro, con solo relajar o no los pómulos.
Una majestuosa puesta en escena, monumental partitura de Nino Rota, una cándida y admirable fotografía de Gordon Willis, y un suntuoso diseño de producción de Dean Tavoularis. Pero lo más impresionante de esta película es su ritmo narrativo, la forma en la que Coppola hace avanzar la historia, con un prodigioso uso del montaje, la forma genial de mostrar acontecimientos simultáneos (la escena del bautizo entrelazada con los asesinatos, en la que los golpes del órgano acompañan los balazos contra los miembros de las otras "familias" es una secuencia que deja sin aliento).
El virtuosismo narrativo de Coppola se evidencia con mayor fuerza en las escenas clave, elevando así el tono épico:
Plano largo, pausa, plano medio, se acelera el montaje, plano corto, menos segundos entre corte y corte, plano detalle de rodillas y piernas, un segundo apenas, disparos... Ya está. Calma de nuevo, pausa. La cámara se aleja, se derrumba el todopoderoso, nos lo retrata humano, vulnerable, vencido. No se puede rodar de forma más perfecta que el atentado a Don Vito Corleone.
El Padrino es, ante todo, un ejercicio narrativo de insuperable nivel: la brillante disección de todos los personajes, el ritmo magistral que alterna largas secuencias familiares con creíbles escenas de acción, y una ambientación perfecta consiguen un film que entró "violentamente" entre las mejores películas de todos los tiempos, quintaesencia del cine de gángsters, cuya estética y concepción renovó absolutamente.
3 comentarios
adriana -
rik man blue -
keko -