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El jinete pálido vs Raíces profundas

El jinete pálido vs Raíces profundas

"Contemplé un caballo blanco montado por un jinete negro,

y el nombre del jinete era La Muerte...

y tras él iba el infierno"

El segundo duelo de la temporada es un homenaje a Clint Eastwood. Os aseguro que intenté ser objetiva, pero cometí el error de ver el western de Eastwood (rodado en 1985) antes que el original en que se basada. Obviamente, la película de George Stevens (de 1953) no aguanta la comparación y el resultado es una buena historia devaluada por unas pobres actuaciones, unos personajes demasiado simples y una puesta en escena forzada y artificial.

 

En El jinete pálido, violento y sombrío remake del famoso Raíces profundas, Clint Eastwood muestra todo su talento con una estética absorbente que aúna clasicismo y las mejores enseñanzas de Don Siegel y Sergio Leone.

 

El jinete pálido es un western de patrón clásico, es decir, una historia de cuentas pendientes, héroes y villanos, paisajes imposibles, violencia, caminares lentos y frases antológicas. Es un tipo de cine que te gusta o no te gusta, sin matices. Pero además aquí está la mano del gran Clint Eastwood para dar verosimilitud y elegancia a un argumento ya de por si bien hecho.

Para empezar, Eastwood supera esa idea maniquea de agricultores buenos/ganaderos malvados, y pone a sus personajes en un mismo contexto: todos son mineros. La única desigualdad que existe entre ellos es el sistema de extracción que utilizan: tradicional o con maquinaria. De esta forma es posible obtener un contexto más completo y comprensible en sí mismo. Además, con apenas cuatro pinceladas, Eastwood expone los diferentes puntos de vista, para dejar claro que ninguna tecnología es buena o mala por si misma, sino que su posicionamiento moral se debe al uso que las personas hagan de ella.

 

Personajes llenos de humanidad a la búsqueda del héroe que les salve de sus miserias, materiales y espirituales, dieron lugar a uno de los más interesantes westerns filmados por Clint, sólo superado por su magistral “Sin perdón”.

 

Los grandes aciertos de Eastwood en cuanto al guión fueron precisamente esos cambios respecto a Raíces profundas, empezando por los propios secundarios. Eastwood decide no incluir una familia convencional, sino una silenciosa relación entre él, la mujer del campamento (viuda y, por tanto, libre de ataduras morales) y su hija adolescente, creando un clima de tensión latente entre ellos, dudas personales, conflictos familiares y un proceso de madurez psicológica en ellos.

Además, El predicador es el típico personaje a la medida de Eastwood, retomando una vez más el papel de "hombre sin nombre" que tanta fama le otorgara en anteriores filmes. Es uno de esos marginados tan del gusto de Clint por la riqueza psicológica que encierran y por la evidencia de que no resulta fácil deshacerse de los errores de nuestro pasado.

 

Con un tratamiento estético de interiores bastante arriesgado, con preciosos planos claroscuristas, y con una delicada factura en los paisajes exteriores, lo más aconsejable sería ignorar la versión de Stevens y acudir directamente al gran western de Clint Eastwood...

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