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Con faldas y a lo loco. Billy Wilder, 1959

Con faldas y a lo loco. Billy Wilder, 1959

Dos músicos sin trabajo son testigos, por casualidad, de la célebre matanza entre gánsters el día de San Valentín. Ambos deben huir para evitar que la mafia “les silencie” y la única oportunidad que se les presenta es unirse a una banda femenina... para lo cual deberán disfrazarse de mujeres!  

No fue fácil para Billy Wilder convencer a la productora que gánsters y comedia puede ser una mezcla rentable. Pero lo consiguió. Y el resultado fue una de las mejores comedias de todos los tiempos. 

A pesar de las dificultades con Marilyn Monroe, que, perdida en su adicción al alcohol y las drogas, no era capaz de recordar sus frases (se necesitaron más de 40 tomas para que consiguiera decir correctamente algo tan sencillo como “Dónde está el bourbon?”), el trío protagonista alcanza una altura insuperable.

 

¿Qué decir de Jack Lemmon? A él le corresponden los momentos más cómicos de esta película, con la que inició su fecunda relación con Wilder,. Está espléndido en la relación que mantiene con Joe E. Brown, ese ingenuo y encantador millonario; pero también cuando vive el sueño de cualquier hombre, verse rodeado de bellas mujeres, como una pesadilla (¿quién no se ha reído con la escena en la que Lemmon, tumbado sobre su litera del tren y rodeado de chicas en ropa interior, se repite a si mismo una y otra vez: “Soy una chica, soy una chica...”?).  Lemmon y Curtis interpretan a dos víctimas involuntarias no sólo el universo femenino, sino también el proceder del hombre frente a éste. 

Delirante de principio a fin, Con faldas y a lo loco tiene unos excelentes diálogos que en su época fueron poco menos que escandalosos. La película posee un ritmo endiablado, que provoca continuas carcajadas del espectador; de hecho Wilder dotó al guión de “descansos” para que las carcajadas no impidiesen seguir el hilo de los diálogos. Por ejemplo, cuando Jack Lemmon anuncia, exultante y sin parar de tocar unas maracas, que se ha prometido con Oswood. 

Y es que... nadie es perfecto! ;-)

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