El puente sobre el río kwai. David Lean, 1957
Después de una semanita de vacaciones, regreso al blog con esta atípica película bélica. Y digo atípica porque, a pesar de la temática en torno a la que gira, El puente sobre el río Kwai cuenta con escasas secuencias de acción para centrar el interés en la faceta psicológica de sus personajes.
Siam, 1943. Cientos de prisioneros de guerra británicos están trabajando en el llamado "Ferrocarril de la muerte", bajo el cruel trato del coronel japonés Saito. El coronel británico Nicholson, que no está dispuesto a que sus oficiales construyan un puente sobre el río Kwai, convierte este asunto en una obsesión personal. Mientras tanto, el Estado Mayor Británico da la orden a un comando especial para que vuele el puente.
El duelo interpretativo entre Guinness (que interpreta a Nicholson) y Hayakawa (como coronel Saito) nos sumerge en un mundo de tensiones entre el deber y el orgullo.
Las posturas iniciales de los dos coroneles son muy parecidas, anteponiendo ante todo el deber de su cargo, pero las cosas van cambiando paulatinamente. Saito, consciente de no poder construir el puente en el plazo fijado, se ve obligado a humillarse ante Nicholson y hacer trabajar a los oficiales británicos; de esta manera Saito está sacrificando su orgullo para poder cumplir con su deber. Y en lo que respecta a Nicholson, una vez comienza la construcción del puente se transforma anteponiendo el orgullo británico (“Construiremos el puente que no pudieron levantar los japoneses”) al hecho de estar construyendo un puente que será de gran importancia en las comunicaciones ferroviarias del enemigo.
La película está basaba en la novela de Pierre Boulle “Le pont de la rivière Kwai”. Los autores del guión, Carl Foreman y Michael Wilson estaban en la lista negra, acusados de pertenecer a organizaciones comunistas, por lo que su aportación no fue acreditada en la primera versión de la película, y aunque ganó, entre otros, el Oscar al mejor guión adaptado, este premio fue a parar únicamente a Pierre Boulle, autor de la novela original, y que ni siquiera sabía inglés. En 1984, la Academia concedió un premio póstumo a los dos guionistas.
Una de las secuencias a destacar es el magnífico traveling que muestra la llegada del pelotón de Nicholson al campo de prisioneros silbando la famosa Marcha del Coronel Bogey, y aunque se trata de soldados desarraigados, heridos, con las botas rotas e incluso descalzos todos marcan el paso al unísono dando una sensación de disciplina y orgullo (que será recurrente durante toda la película) ante la adversa situación en la que se encuentran.
Como curiosidad final, en lugar de utilizar una maqueta para rodar la escena de la voladura del puente, el productor de la película, Sam Spiegel, quiso darle un mayor toque de realismo construyendo un puente real y adquiriendo un tren del gobierno local para destruirlos al final de la película.
5 comentarios
Adriana -
muchas gracias por tus comentarios, son realmente interesantes y debo reconocer que me gusta encontrarme, al fin, un lector que me lleve un poco la contraria, jeje (me ha encantado la frase "no comparto el punto de la atipicidad que sostienes"). Espero poder seguir disfrutando de tus comentarios durante mucho tiempo!
Gracias por visitar el blog...
Wittman -
Buenas Adriana. -
En lo que respecta a este film no comparto el punto de la atipicidad que sostienes puesto que la construcción de la trama se hace sobre la base de la muy repetida historia de la aventura tras las líneas enemigas.
No obstante los aspectos que luego comentas sí suponen una impronta novedosa en relación con las películas contemporáneas. El primero de ellos, la "lucha" psicológica de los dos dirigentes que mantiene la tensión durante todo el metraje. Por otro lado el desarrollo de dos historias paralelas entorno al puente: los que buscan construirlo y los que pretenden su destrucción. Todo ello, unido al trepidante final, hacen de éste un film más que digno.
Me gustó particularmente que en el curso del film se incidiese en una cuestión a menudo obviada, como es el de la "psique" de los japoneses para el combate. A menudo retratados como despiadados se olvida una cuestión fundamental: para los japoneses la rendición pudiendo entablar combate es un delito (como explica Saito) y conlleva castigo a la vez que supone una muestra de honor y lealtad para con su Patria. No es, por tanto, algo que deba llamarnos la atención sino un hecho que nos debería resultar admirable, pues lo practicaban con sus enemigos y con sus camaradas.
Saludos.
leon newman -
Obra maestra del cine bélico. Yo la compré en unos grandes almacenes, por el simple hecho de tenerla guardada junto con otras grandes obras.
Es recomendable para esos días de otoño e invierno, en los que te falta un poco de ánimo. Cuando terminas de verla te queda la sensación de haber aprovechado el tiempo.
Espero que os guste, es una preciosidad.
keko -