Freaks, la parada de los monstruos (Tod Browning, 1932)
El argumento de esta película “maldita” es sencillo y conocido ya en la historia del cine: un hombre (en este caso, Hans, el enano de un circo) hereda una cuantiosa fortuna y se casa con una mujer fatal (Cleopatra, la bella contorsionista y único ser deforme del circo) que acepta el matrimonio con la intención de matarlo tras la boda y heredar la fortuna de su breve esposo. Tras esta muerte, Cleopatra planea unirse al forzudo Hércules.
El cine de terror en 1932 no aceptó a ’Freaks’ por sus deformados protagonistas. Las reacciones sociales a la película fueron desde las manifestaciones públicas a las órdenes a las alcaldías para retirar el filme de las salas de exhibición. Parece ser que la sociedad de aquel entonces no estaba acostumbrada a tales escenas y en un acto de falsa conservación de la moral se opuso al filme de Browning. El resultado fue un fracaso económico para la productora.
Pero como no estamos en 1932, una visión adecuada descubren que los famosos ’monstruos’ resultan ser el más interesante de los reclamos de la película. Las escenas de monstruos concentran, no sé si terror, pero sí una desazón que con la inocencia del tratamiento que en 1932 una película de terror podía ofrecer a la producción, es sencillo dejarse sorprender. Si uno llega a comprender las relaciones personales que se establecen en ese mundo marginado, la magia, e incluso la maravillosa forma con la que “los monstruos” interactúan entre ellos y con el resto de la película, ésta se nos antoja de lo más entretenida.
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